Es probable que por haber vivido en ciudades de la costa de la República Mexicana, ahora al vivir en esta bella ciudad en el centro del país; perciba que los adultos no sonríen con frecuencia. En las ciudades de la costa es común el baile y las fiestas; sus habitantes sonríen frecuentemente en playas, campos deportivos, cines, teatros, bares, restaurantes, hoteles, albercas, comercios, oficinas y calles;
En el centro del país los conductores de automóviles no sonríen al ceder el paso al peatón; los vendedores en los comercios sonríen poco al atender a sus clientes; las personas que entran a un restaurante difícilmente saludan o sonríen a otros clientes. En la costa es común que mexicanos y extranjeros se saluden y sonrían al ceder el paso, al entrar a un restaurante y al salir de él.
Quizás en aquellas ciudades llenas de inmigrantes, con clima tropical húmedo y naturaleza pródiga, los habitantes tengan motivos para celebrar y deseen compartir su alegría y a la vez crear una nueva identidad social.
Recuerdo los mensajes de radio y televisión en Cancún que decían, mas o menos lo siguiente: Nací en el Distrito Federal, tengo 3 años de vivir aquí y soy orgullosamente Cancunense. El anuncio se repetía substituyendo el nombre del Distrito Federal con el nombre de otra ciudad, como: Monterrey, Villahermosa, Culiacán, Guadalajara, Tampico, Mexicali, Mérida, etc.
Se puede suponer que la sonrisa de las personas que viven en esas ciudades, reflejan la alegría por las oportunidades que han tenido para progresar, pues los polos de desarrollo turístico son tierras de oportunidades, sobre todo para la gente joven.
Quizás por el calor, al vestir con ropa más ligera las personas se sienten más libres, cómodas y alegres. Por lo tanto, sonríen más.
En aquellos sitios las personas manifiesten más su alegría. En Chetumal, Coatzacoalcos, Acapulco, Tapachula, Veracruz, Tampico, Mazatlán, Puerto Vallarta, Huatulco, Tenacatita y, en general, en toda la costa las personas sonríen más.
No creo que los habitantes de la costa sean más felices que los que vivimos en el centro de la república y por eso sonrían más. Pienso que es cuestión de temperamentos.
Los costeños no contienen su felicidad como algo personal, para compartirla únicamente con su familia o amigos. La alegría interior los desborda, no pueden o no quieren contenerlo, así que van por las calles con buen humor, y dispuestos responder con una sonrisa ante cualquier contacto con los demás.
También me llama la atención que los niños del centro de la república si sonríen fácilmente como los habitantes de las costas. No tengo la menor idea de cómo se fue perdiendo la capacidad de sonreír hasta alcanzar el aspecto adusto que manifiestan algunos adultos. Obviamente, no todos los adultos pierden la capacidad de sonreír, hay quienes sin conocerte te regalan una sonrisa al cruzarte es su camino.
Sonreír no implica falta de formalidad. Se puede sonreír y tener honor (cumplir cabalmente con los compromisos, respetar la palabra empeñada). Se puede sonreír y NO tener honor. Se puede ser “caradura” y tener honor. Se puede ser “caradura” y NO tener honor.
En fin, sonreír y tener honor son características ajenas entre sí, y por o tanto no se debe confundir una con la otra. Cada una de ellas se manifiesta, de manera independiente, en los hechos y en la conducta diaria.
No es fácil confiar en quien sonríe poco con sus subordinados y mucho con su jefe, equivale a quien es déspota con el débil y servil con el poderoso. También es difícil confiar en quien sonríe cuando lo ayudas y no sonríe cuando lo saludas.
Sonreír es un acto espontáneo, es un acto reflejo de buen humor, considero es un buen habito, es una forma de respetar y amar al prójimo. Es bello ver sonreír a personas de cualquier edad. Como dicen lo políticos: a niñas y niños; jóvenes; adultas y adultos; ancianas y ancianos. Sonreír para manifestar cariño, amor y simpatía por los demás.
Querido lector, espero que sea de las personas que sonríen con frecuencia. que no sea caradura.
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