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martes, 17 de mayo de 2016

Salvamento pesado

Salvamento pesado
© David Gómez Salas

Viajamos del Distrito Federal a Cancún Quintana Roo: Pepe, Maximiliano y yo, en el camino Pepe nos platicó que le fascinaba nadar y que cuando estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México había ganado el segundo lugar en un concurso de natación a nivel nacional.  No recuerdo el nombre de la competencia , no recuerdo si fue a nivel universitario  o de todas las asociaciones estatales, no recuerdo más datos.  Pero un segundo lugar nacional es algo relevante,  sin duda era muy bueno nadando.

Nos detuvimos para comer en un lugar paradisiaco llamado El Cenote Azul que se encuentra en Bacalar Quintana Roo.

Es un restaurante construido en el borde del Cenote, así que se puede nadar en las cristalinas aguas del Cenote y subir directamente al restaurante para  tomar un refresco, una cerveza o comer. Max y yo nos metimos a nadar, Pepe fue por unas cervezas.

Max se tiró un clavado y nadó al centro del Cenote una distancia de  40 - 50 metros. Yo nadé primero para separarme de la orilla más o menos 20 metros y  después me quedé nadando y flotando en esa zona para estar observando la orilla,  atento para cuando  Pepe  arrimara las cervezas al borde .

De repente,  Max me dijo ¡David, hay una persona que se está ahogando!

No  había visto a esta persona en apuros porque mi mirada estaba dirigida a la orilla y la persona se encontraba atrás de mi, a quince metros de distancia en dirección al centro del Cenote.

— ¿Que hacemos? — me dijo.  Se está ahogando y me pidió ayuda.
— Pues no podemos dejar que se ahogue — respondí .  Y nadé hacia la persona para auxiliarlo.

El problema era que aprendí a nadar sin técnica, como la mayoría de mi pueblo en aquellos años.  Puedo nadar en el mar o en lagunas muchas horas seguidas sin cansarme, siempre y cuando no tenga que  cargar objetos pesados. Sé nadar para mantenerme a flote y avanzar, para vencer corrientes ligeras  e incluso avanzar tramos cortos con  fuertes corrientes, pero  hasta ahí. No me sentía ni me siento  capaz de poder salvar a una persona.  Es mucho peso.

Sin embargo nadé hacia la persona, a sabiendas que podría morir . Las personas que se están ahogando normalmente se agarran desesperados de cualquier cuerpo que flota  y con frecuencia terminan ahogando al auxiliador.

Pensé  de inmediato en mi esposa e  hijas, también en mi madre. Quizás ya no las volvería a ver. Al mismo tiempo pensé lo que haría para salvarlo.

Me acercaría de frente para poder hablar con él y explicarle como lo salvaría.

Mi plan era que lo ayudaría a flotar y que él se mantuviera quieto  y no intentara tener toda la cabeza arriba de la superficie del agua, que inclinara la cabeza hacia atrás y dejara solo la nariz y la boca fuera del agua. Sabía que de esta manera podríamos  avanzar lentamente, pero  seguros.  Cerca de la  orilla quizás  alguien podría lanzarnos  una cuerda y jalarnos.

Otra opción era que yo lo ayudara a flotar y que Max, no diera empujones sin comprometerse a sujetarnos.  Como cuando se empuja una lancha.

La mejor opción era que Pepe, segundo lugar nacional en natación, se lanzara al agua y lo salvara.  Pero los que estábamos cerca  éramos: Max y yo.  Pepe había a la barra por las cervezas.

Pensé que si detectaba que la persona intentaba sujetarme o montarse en mí, entonces me hundiría de inmediato  porque  el que se está ahogando  desea mantener la cabeza fuera de la superficie del agua. Con esta maniobra imaginaba que me soltaría al sentir que lo jalaba para abajo.

Ya estaba frente al él, era un joven como de 20 - 25 años de edad, moreno de cabello negro.

El muchacho estaba desesperado, al sentirme cerca su primera reacción fue estirar los brazos para sujetar mi cabeza. Me hundí como lo había planeado pasé por abajo de él, vi que tenía puesto un short de mezclilla. Subí y con la mano derecha lo tomé por atrás del cinturón del short  para ayudarlo a flotar y al mismo tiempo le puse mi antebrazo izquierdo en su cuello y empuje hacia adelante su cabeza para evitar que girara.

—Estoy calmado — me dijo

— Estamos flotando, te voy salvar  — le contesté.

Max llegó y empezó a empujarnos, avanzábamos con lentitud pero seguro.  Afortunadamente , por fin llegó Pepe a la orilla del Cenote , con tres cervezas. Max le gritó ¡Ayúdanos, se estaba ahogando!

Pepe dejó las cervezas en una mesa, se quitó los lentes, la camisa, los zapatos, los calcetines y se lanzó al agua.  Se me hizo eterno ese tiempo.

Nadó hacia nosotros y cuando llegó se preparó a darle un golpe a la persona que rescatábamos.

— Está controlado — gritó Max.

Entre los tres lo arrastramos a la orilla. La presencia de Pepe nos dio mucha confianza.  Al subirlo a tierra nos dimos cuenta que era un muchacho muy fuerte, como de 1.90 metros de estatura.

— No sé que me pasó — nos dijo. Yo he nadado con frecuencia y nunca me había pasado esto. Se me acalambraron las piernas y no tenía fuerza en los brazos.

—A veces llegan corrientes de agua muy fría porque el Cenote tiene de 40 a 60 metros de profundidad —  le contesté.

El joven descansó un rato recostado en el piso. Unas monjas que habían visto desde la parte alta del restaurante todo el rescate, bajaron al sitio  y nos dijeron: benditos sean.

Al oír lo anterior, el joven les dijo: No sé que me pasó , ya les conté que soy atleta, corro y nado todos los día y ...se puso a presumir  sus hazañas y records.

Nos retiramos para comer y tomar las cervezas.

— Al final, cuando llegaron las religiosas,  ese muchacho  presumió tanto que me dieron ganas de regresarlo al agua — dijo Max.

Cuando llegué al rescate pensaba noquearlo con un golpe porque así es más  fácil y seguro salvar a quien se ahoga. Pero me detuve al escucharlos  decir que el muchacho estaba calmado — dijo Pepe.

— ¡Lo hubieras noqueado!  — contestó Max.


lunes, 9 de mayo de 2011

La cena. Autor David Gómez Salas

—Me enteré que ayer pagaron su cena con el dinero recolectado para apoyar el movimiento estudiantil—dijo Perico. Como integrante del Comité de Lucha les digo que no estoy de acuerdo.

—¿Recolectado? ¿Así en abstracto?—Le pregunté.

Lo recolectamos nosotros tres, los que cenamos enfaticé. En total colectamos trescientos sesenta y siete pesos y únicamente gastamos en la cena quince pesos. Comimos tres tacos y un refresco cada uno. Lo platicamos con todos, no ocultamos nada.

Nos pasamos en la calle y los camiones desde el mediodía hasta las ocho de la noche repartiendo volantes, explicando porque luchamos, y pidiendo que nos apoyen.

—Ellos se han quedado a cuidar la escuela muchas noches y siempre pagan su cena, con sus propios recursos—Dijo el maestro Terán. Lo de anoche fue una excepción, yo pagaré lo que gastaron y pagaré la cena de hoy.

—Gracias maestro pero hoy no nos quedaremos—contesté. Necesitamos ir a nuestras casas. Imagino que Perico y sus amigos se quedarán hasta mañana. Ya van a dar las diez de la noche. Que les sea leve, no se duerman. Regresamos mañana, nos vemos en la asamblea.

Así que después de cuidar la escuela por más de treinta noches, le dejamos a Perico y sus amigos, esa responsabilidad.

Esa noche el ejército entró a la universidad y apresó a quienes estaban adentro. Detuvieron a muchos estudiantes en otras Facultades, en la nuestra a nadie. Así fue como me enteré que no se habían quedado Perico y sus amigos.

Desde el principio de nuestra lucha pedíamos la libertad de los presos políticos, ahora lo exigíamos con más ganas.

También pedíamos la derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal. Que consideraba delito de disolución social cualquier reunión con fines políticos. Aún cuando la reunión fuera pacífica, con pocas personas y se celebrara en una fábrica, escuela o casa particular. Bastaba que se calificara que el propósito de la reunión era conspirar contra el gobierno, las instituciones. Y al bote (la cárcel).

Nos sentíamos en una sociedad sin libertad, pedíamos la desaparición del cuerpo de Granaderos, la destitución de los jefes policíacos que ordenaron la agresión a los estudiantes y también pedíamos que el gobierno pagara indemnizaciones a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto.

Pues nos dieron más palos, ahora el ejército había tomado posesión de la universidad. Había más presos políticos, más desaparecidos, más represión, y tenían más poder la policía y el ejército.

Nosotros protegíamos la escuela armados con piedras y palos, para que no la asaltaran los porros, pero nada hubiéramos podido hacer contra el ejército. Así que gracias, muchas gracias Perico.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Tristes recuerdos. Autor David Gómez Salas

Al morir su madre dijo a sus hermanas:

nos repartiremos la joyas, mañana.

Me figuré un desagradable festín

para repartirse el botín.


No las imaginé con dos brazos,

las pensé con seis tentáculos.

Y dije, no deseo ver

ese triste espectáculo.


—No lo veo así, contestó.

Así no piensan los cuerdos.

El oro, las perlas y gemas;

serán mis tristes recuerdos.

sábado, 8 de enero de 2011

Hombres del mar. Autor David Gómez Salas

Hombres del mar

Dedicado a la Bahía de San Blás

Autor David Gómez Salas

La prisión

Las islas Marías son cuatro islas localizadas en el océano Pacífico a 112 kilómetros de las costas del Estado de Nayarit, México.

La mayor de las islas, María Madre, tiene una superficie de 145 kilómetros cuadrados y ahí se encuentra el Penal Federal de Islas Marías desde el año 1905. Las otras islas: María Magdalena, María Cleofas y San Juanito, son más pequeñas.

Está prohibido acercarse a menos de 12 millas náuticas de la Isla María Madre. Está vigilada por la infantería de Marina.

Para desmoralizar a los reos, les decían que las aguas estaban infestadas de tiburones que los atacarían si se alejaban a nado de la isla. Sin embargo los que pescábamos en esta zona sabíamos que ya no existían muchos tiburones, porque habíamos pescado en exceso. Vendíamos la aleta seca a 70 dólares el kilo.

Mi tesoro: mi barco

De San Blás a la Isla María Madre hay una distancia, en línea recta, de 114 kilómetros (72 millas náuticas). Esta distancia la podría navegar en cuatro horas, a una velocidad 18 nudos, que es la máxima que desarrolla mi lancha. Normalmente hacía el recorrido en 5 horas.

Es fácil acercarse a la isla y retirarse pronto, sin ser descubiertos. Cualquier pescador puede ir de noche a la Isla María Madre y regresar a San Blás, utilizando una brújula. Ahora con los GPS es más fácil navegar de noche, en la Isla María Madre se atraca en las coordenadas: Norte 21º 34’ 00” - Oeste 106º 29’ 35” y en San Blás en las coordenadas: Norte 21º 31’ 33” - Oeste 105º 17’ 12”.

La libertad se podía obtener, con una lancha.

Mi Dios: la libertad

Al penal de las islas María eran llevados los reos más peligrosos y los siempre negados presos políticos.

En los años setenta, llegaron a la isla reos de baja peligrosidad bajo un sistema de libertad reglamentada, que incluía la convivencia familiar, un sistema que permitía la readaptación social de los presos. Cuando alguno de estos reos se separaba de su mujer, no soportaba ver a su ex esposa en brazos de otro hombre, menos si había sido un custodio el que enamoró a su mujer. El reo solicitaba su reubicación y al no conseguirla, únicamente le quedaba fugarse de la isla.

Las autoridades no buscaban a los prófugos con mucho esmero, a muy pocos reaprendieron. Escuché que del año 1985 al año 2001 escaparon en total 70 presos y solo capturaron a cuatro.

Mi ley: la fuerza y el viento

Los presos pasaban lista tres veces al día, desde las cinco de la madrugada hasta las ocho de la noche. A partir de las nueve y media de la noche hay toque de queda y desde ese momento se tiene el resto de la noche para escapar. Las once de la noche era el mejor horario.

El prófugo requiere fuerza para arrastrarse hasta la playa y para nadar hasta el punto donde lo recogía una lancha.

Ya en el mar, el prófugo sabía que en cuanto vieran a una lancha patrulla, él se arrojaría al mar con un salvavidas negro y la lancha de escape continuaría el viaje, la intención era que la lancha fuera interceptada lejos del prófugo. El fugitivo permanecería en el mar varias horas hasta que otra lancha pasara a recogerlo.

Por la posibilidad de permanecer horas en el agua, no era recomendable fugarse en invierno.

Mi patria: el mar

La costa del Estado de Nayarit es benevolente, proporciona todo para vivir, solo hay que tomarlo. Por eso varios reos que escaparon del penal de las Islas Marías, no huyeron lejos, se quedaron en esta región. Demostraron sin proponérselo que el sistema de rehabilitación social del penal, funcionaba. Muchos presos no se fugaron para delinquir nuevamente, ellos solo buscaron una nueva oportunidad de vivir en libertad, y lo lograron. Se convirtieron en ciudadanos nuevos, reformados por el mar.

Los que pasamos mucho tiempo en el mar, aprendemos a ser pacientes, perseverantes y solidarios. El mar es nuestra patria y los que estamos ahí tenemos la misma nacionalidad.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Niño de siete años. Autor: David Gómez Salas

Dedicado a Friedrich Gauss

Un maestro indolente, quiso mantener ocupado a un niño inteligente.

Dijo el maestro malvado: sumarás del uno al cien y me darás el resultado.

Pensó con gran desdén ya me deshice de él, por largo tiempo, que bien.

Pero, cinco minutos después, el niño dijo: ¡Ya está! El resultado es: 5,050 ¿verdad?


El niño explicó:

1+100, ciento uno

2+99, ciento uno

3+98, ciento uno

4+97, ciento uno

5+96, ciento uno

Y así sucesivamente,

da 50 veces ciento uno.

Y fue muy fácil la cuenta: 50x101 = 5,050

sábado, 14 de agosto de 2010

Adular ó insultar ¿Is that the question?

Adular ó insultar ¿Is that the question?
Autor David Gómez Salas

Dice usted que prefiere insultar
Porque está en contra de adular
Expresión chiflada y maniquea
Estará bien loco, el que le crea

Aún con su lógica dicotómica
Que solo juzga en negro y blanco
También miente, en forma cómica
Porque se adula, que da espanto

Dirá: “No entiendes, no es lo mismo.
Jamás alabo a otras personas
Pues solo me alabo a mi mismo”

Gritará, con soberbia y nihilismo:
“Los halagos en todos los idiomas
Fueron creados para mi persona”

En análisis de sistemas, con razón
Dicen que sobre cualquier cuestión
Una persona normal (no haga gestos)
Puede ver, al menos: once aspectos

Por eso resulta atroz
Que usted solo pueda ver dos
Adular ó insultar ¿Nada mas?
Pues le faltan nueve o mas
_____________________________
Maniqueísmo.- Tendencia a interpretar la realidad sobre la base de una valoración dicotómica.
Nihilismo.-Negación de todo principio religioso, político y social
Análisis de sistemas.- Ciencia encargada del análisis de sistemas grandes y complejos y la interacción entre esos sistemas. Esta área se encuentra muy relacionada con la Investigación de Operaciones.
http://es.wikipedia.org/wiki/An%C3%A1lisis_de_sistemas

miércoles, 30 de junio de 2010

Como perros y gatos. Autor David Gómez Salas

Una noche, en el basurero
Maulló un gato timorato
Y un perro callejero,
le ladró de inmediato

Varios curiosos se juntaron
Al gato y perro, rodearon
Comentaron, van a pelear
Pero gato y perro, jugaron

Miau, guau, miau, guau
Alegres convivieron
Carreras, saltos y juegos,
los amigos compartieron

Desde entonces, en mi barrio
Que bravo y violento, era
Hay menos narices rotas
Y menos tontas peleas

jueves, 27 de mayo de 2010

Justicia por cuenta propia. Autor David Gómez Salas

Una noche, a aproximadamente a las 20.30 horas, caminaba con un amigo por un Centro Comercial, cuando nos llama la atención ver un niño que estaba lastimado y presentaba un chichón ó chipote en la frente y algunas cortadas leves en las manos; el niño era atendido por un policía que labora en el Centro Comercial.

Nos acercamos al niño para intentar ayudar, y preguntamos sí ya habían llamado algún doctor para que atendiera al niño, el policía nos informó que el niño solo sufrió un golpe en la frente y cortadas muy pequeñas en las manos, debido a que intentó salir corriendo por la puerta de una tienda departamental y no se dio cuenta que ya había sido cerrada minutos antes. Las puertas son de vidrio y no tienen letrero alguno para resaltar su presencia, por lo que el niño creyó que la puerta estaba abierta y cruzó el sitio, estrellándose en el vidrio. Afortunadamente el niño no había sufrido cortadas graves y además lo llevarían a la Cruz Roja, que se localiza aproximadamente a 150 metros de distancia.

El niño acudió al Centro Comercial acompañando a un amigo y a los padres de su amigo. No recordaba el teléfono de su casa y no habían podido llamar a sus padres, por lo que decidieron que primero acudirían a la cruz roja y después los padres de su amigo lo llevarían a su casa. Al iniciar su caminata a la Cruz Roja, el niño toma su bicicleta, que estaba fuera de la tienda; cuando un empleado de la tienda departamental decide quitarle la bicicleta para que quede en prenda por el vidrio roto. Pues bajo su punto de vista el niño debía pagar la puerta.

Mi amigo interviene y explica que nadie puede hacerse justicia por sí mismo y por lo tanto no puede quitarle la bicicleta al niño, también explica que ya han tomado los datos del niño para localizarlo cuando deseen, y que en esos momentos lo más importante en llevar al niño ante un médico para que sea revisado. El empleado de la tienda Departamental, no acepta la explicación e insiste en quedarse con la bicicleta, por lo que discuten algunos minutos hasta lograr la devolución de la bicicleta a su dueño (el niño).

Después de observar que el niño finalmente será llevado a atención médica, mi amigo regresa a platicar con el empleado de la tienda departamental y le pregunta porque razón las puertas de vidrio no tienen algún letrero para resaltar su presencia cuando están cerradas, y el empleado contestan que generalmente sí lo tienen, pero ese día habían lavado la puerta y no había letrero.

Este incidente me lleva a la reflexión sobre la tendencia de muchas personas a hacerse justicia por cuenta propia. En el caso aquí relatado, el empleado de la tienda departamental, había juzgado y sentenciado que el niño debía pagar la puerta rota y que su bicicleta debía ser decomisada por él mismo. Simplemente se había constituido en parte acusadora y en juez.

Ignoro como será el desenlace de la historia anterior: 1. Sí los padres del niño pagarán la puerta; 2. Sí la tienda departamental pagará al niño los daños; o 3. Sí cada uno pagará sus gastos del accidente. Imagino que eso lo debe decidir un juez

Recuerdo mis clases de ética, específicamente la cita de Kant que decía: “Obra de tal manera, que desees que el principio que te conduce a actuar de esa manera, se convierta en principio de observancia universal”. Es decir, si una persona puede hacerse justicia por su propia cuenta, todos podríamos hacer lo mismo. Todos podríamos constituirnos en parte acusadora y en juez, así de simple.

En el campo de la ética, destaca la diferencia de conductas entre mi amigo y el empleado de la tienda departamental. El primero estaba preocupado en el bienestar del niño; el segundo estaba preocupado por el pago del vidrio roto.

No se puede saber sí el empleado de la tienda departamental estaba actuando por iniciativa propia o estaba siguiendo reglas establecidas por la tienda departamental que lo contrató. De manera frecuente me quedo con dudas, cuando veo la actuación de aquellos que deciden hacerse justicia por cuenta propia: ¿lo harán porque están acostumbrados a imponer por la fuerza su punto de vista? ¿Desean agradar a sus jefes, cuidando sus intereses económicos en cualquier forma? ¿En situaciones no cotidianas, tienen momentos de confusión y toman decisiones equivocadas? No tengo interés es aclarar este tipo de dudas, pues a nada conduce.

Todos somos diferentes y a todos debemos respetar. Es una reacción espontánea el respetar a quienes estimamos, y nos produce gran satisfacción respetar a quienes piensan o actúan diferente a nosotros, porque nos dan la oportunidad de desarrollar mayor capacidad de amar. No podemos intentar aplicar la justicia por cuenta propia, hay leyes y procedimientos para definir lo que la sociedad en su conjunto considera justo.

Un día antes, el primero de septiembre, había escuchado el Informe Presidencial y reflexionaba sobre el ambiente político de los últimos 16 años y del ambiente político de 1968, en que observo un común denominador: la intolerancia.

Imagine lector al Presidente de la República y sus Secretarios, respetuosos con los líderes de la oposición; e imagine a la oposición respetuosa con el gobierno al hacer sus reclamos y defender sus ideales. Aún más, imagine a nuestros Diputados con más argumentos y mayor respeto al defender sus puntos de vista; imagine a los partidos políticos presentando diferentes proyectos de desarrollo; etc. Imagine sí la tolerancia que pregonan los políticos fuera realidad; Imagine que funcionarios y políticos no actuaran frecuentemente como parte acusadora y jueces de sus adversarios políticos. Imagine que ya no escucháramos sus autoevaluaciones, en donde manifiestan grandes avances, porque son juez y parte.

Ojalá disminuya la tendencia de muchas personas a hacerse justicia por cuenta propia y ojalá nuestras instituciones encargadas de impartir la justicia sean cada día más confiables.

sábado, 16 de enero de 2010

Traumatizado. Autor David Gómez Salas

¿Qué pasa?—le dije. Eran las once de la noche, su carro estaba en la calle descompuesto. Él se veía preocupado viendo al interior del cofre. Su esposa e hija, dentro del vehículo, confiando que él resolvería el problema.

Pues…mmm, no sé—contestó, inseguro y desconfiado. No enciende el motor, la batería está bien, tengo gasolina, no sé que pasa.

Es una zona peligrosa a esta hora, empujemos tu auto al estacionamiento del Centro Comercial, te llevo con tu familia a tu casa y después regresas con algún mecánico y acompañantes hombres, para que no te asalten—propuse.

La noche estaba fría y con lluvia. El hombre aceptó mi invitación, así que a empujones acomodamos su carro en el estacionamiento del centro comercial, ahí hay vigilancia. Es un sitio ligeramente más seguro que la calle. Se subieron a mi carro, en los asientos de atrás. Adelante íbamos mi esposa y yo.

Toma la calzada Acoxpa en dirección a la calzada de Tlalpan, yo te diré donde darás vuelta y como llegar a mi casa—me dijo. Después comentó, en estos tiempos ya no existen personas solidarias como usted, que se animen a transportar, en su carro, a desconocidos. Nadie ayuda nadie, todos desconfían de todos.

Manejé la ruta, siguiendo sus indicaciones y en una esquina me dijo: ya llegamos, muchas gracias aquí nos quedamos.

¿Dónde vives?—pregunté.

En aquella casa blanca contestó—su hija, una niña como de ocho años.
Aquí está bien—insistió el señor. Hizo el intento de abrir la puerta.

Te llevaré a tu casa para que no se mojen, no abras la puerta—le dije.

Solo faltaban 30 metros, así que los llevé a la casa blanca. Bajaron los tres, la señora metió la llave en la cerradura y abrió una puerta frente al jardín y de inmediato corrieron hacia la puerta de la casa. Seguía lloviendo levemente.

Gracias—dijo él, sin voltear a vernos. Evitó que viéramos su rostro, se alejó del carro de inmediato y se paró en la puerta del jardín, mostrándonos su espalda.

Al verlos seguros en su domicilio, les grité: ¡Adiós, que todo salga bien!, y nos fuimos.

¡Qué señor tan desconfiado!—dijo mi esposa. ¿Porque generalizó? ¿Porque dijo, todos desconfían de todos?

Supongo, está traumatizado—contesté.

lunes, 26 de octubre de 2009

Cuento Cortina de Humo. Por David Gómez Salas



CORTINA DE HUMO
Autor: David Gómez Salas

Les voy a contar
Exactamente los hechos
Lo haré de manera precisa
Pues soy testigo ocular

Para no hacerla de emoción
Empezaré el relato
Incluye a dos mujeres
Y un hombre que “se hizo pato”

Recuerdo que en una ocasión
Fuera de una alberca, estaba
Y llamó mi atención
La familia que llegaba

Era un señor tranquilo
Como cuarenta años, calculo
Caminaba muy seguro
Y usaba lentes oscuros

La esposa era más joven
Jugaba con agilidad
Imagino que deportista era
Corría con velocidad
Su hija, una linda niña
Más o menos de cinco años
A su mamá sonreía
Y daba brincos de alegría

La señora muy segura
A la alberca se tiró
Unos cuantos metros nadó
Y a la orilla regresó

Cuando flotaba en el agua
En el muro se apoyaba
Y para compartir su gozo
A nadar, invitó a su esposo

Como el esposo no se animó
Llamó a su tierna hija
Y le dijo algo al oído
Que a la niña le encantó

Papá, dijo la niña
Voy a meterme a la alberca
Sobre mi mamá montaré
Así también yo nadaré

El esposo, fuera del agua
A la señora preguntó
¿Estás segura, mi amor?
¿No sientes algún temor?

Ella respondió
La meta es la escalera
Hacia ella nadaremos
Con solo tres brazadas
La meta, alcanzaremos



Él agregó temeroso
¿Podrás nadar con su peso?
Yo lo veo peligroso


La señora se había propuesto
Nadar con la niña en la espalda
Le parecía divertido
Y dijo con alegría
Ayuda a tu hija, querido
Para que suba a mi espalda

La señora creyó estar lista
Cuando su niña querida
Quedó a ella adherida

Estaba la niña bien montada
A su madre, del cuello abrazaba
Prácticamente la ahorcaba

Y para estar más segura
La cintura de su madre
Con las piernas, apretaba

Cuatro metros nadaremos
Será fácil, es poca cosa
Rápido los cruzaremos
Pensó la señora graciosa

El papá dio la señal
En sus marcas, listos, ¡fuera!
La señora empezó a nadar
A mostrar lo fuerte que era

Alegre la señora nadó
Pero no pudo con el peso
Solo un metro avanzó
Y con la hija se hundió



Observé que al esposo
Las rodillas le temblaron
No se arrojó al agua
Sus piernas no obedecieron

Permaneció fuera de la alberca
Imagino que esperaba
Que su esposa, con su esfuerzo
Ella misma se salvara

Yo tenía visor y aletas
Así que al agua me tiré
En el sitio que se hundieron
Rápido al fondo llegué
De inmediato observé

Que la mamá estaba dispuesta
A realizar un acto de heroísmo
Ascender con la hija a cuestas
Ó ahogarse con ella, ahí mismo

Que grande es el amor maternal
No hay amor que más valga
Pues esta mamá angelical
A pesar del gran peligro
Mantuvo a la niña en su espalda


Tomé a la hija, primero
Y la lancé a la escalera
Después tomé a la mamá
También la aventé a la escalera
Y llegaron a la meta
De esta ruda manera

Salí a la superficie del agua
Y observé algo muy curioso
El señor flaco miedoso
(Me refiero al esposo)
Ahora, estaba furioso

Para ocultar su cobardía
Gritó mil groserías
A su esposa acusaba
Por culpa de ella, decía
Su hija casi se ahogaba

Fue lógica esta reacción
Por una simple razón
Lo que realmente él quería
Era que ella no recordara
Que cuando casi se ahogaban
Él de miedo, se moría
Derechos de autor

sábado, 19 de septiembre de 2009

Cuento Las palabras sobran. David Gómez Salas

LAS PALABRAS SOBRAN
Por David Gómez Salas
Derechos de autor

Esta es la historia de un incendio que causó la muerte de un amigo; y mató el prestigio de un ingeniero…


1. El paraíso

En aquella época vivía en Cancún y trabajaba en un centro de investigación ubicado en Puerto Morelos, Quintana Roo. De este pequeño poblado partían barcos de carga a la isla de Cozumel. Eran barcos maltrechos que transportaban vehículos, maquinaria, combustibles, materiales de construcción, alimentos y otros productos.

En el mar Caribe existe el segundo arrecife coralino más grande del mundo, va desde México hasta Honduras, el arrecife forma una barrera paralela a la costa. En la franja de mar ubicada entre la costa y la barrera de coral, abundaban: peces, Tortugas, langosta y el caracol.
En esa época, vivíamos pocos habitantes en el Estado de Quintana Roo y el mar no estaba sobreexplotado. Puerto Morelos tenía seiscientos habitantes.
Cuando pescábamos para el consumo de la familia, sacábamos solo lo que se podía comer en uno ó dos días. Así consumíamos producto fresco y no era necesario tener un congelador grande en casa.
Para efectuar este tipo de pesca, nadábamos en la superficie del agua viendo el fondo marino con el visor y respirando a través de un snorkel. Nos sumergíamos a puro pulmón, aguantando la respiración bajo el agua y cazábamos.
Para cazar los peces usábamos el arpón. Para cazar la langosta utilizábamos una varilla de metro y medio de largo, que tenía un extremo puntiagudo y en el otro extremo tenia un anzuelo que se usaba como gancho. Al caracol indefenso, simplemente lo levantábamos con las mano


Arpón


Varilla para langosta


Se pescaba acompañado de algún amigo, para protegerse mutuamente en caso de que apareciera algún tiburón. La naturaleza nos daba todo, solo había que tomarlo con cuidado.


2. El infierno


En este puerto había un barco llamado “El Vagabundo”, que transportaba del continente a la Isla, diesel y tanques con gas para uso doméstico. Un día, como a las seis de la tarde, empezó un incendio en “El Vagabundo”, nunca supe bien como empezó. Cualquier chispa o cigarro encendido pudo ser la causa, pues el barco transportaba casi siempre algunos tanques de gas en mal estado; y combustibles en envases muy desgastados.
Cuando inició el incendió se celebraba una reunión de trabajo en la terraza de un hotel, ubicado a 250 metros del muelle. Los que participábamos en la reunión observamos la columna de humo que salía del muelle. Diversas construcciones impedían ver el muelle, y solo era posible ver la parte alta de la columna de humo, desde esa terraza.
Oscar, Juan y yo queríamos ir al muelle para saber que estaba ocurriendo; sin embargo, el jefe y la mayoría de los investigadores que participaban en la reunión dijeron que la reunión debía continuar.
—Que malditos son—dijo Juan en voz baja, cuando nos presionaron a permanecer en la junta de trabajo.
Por tolerancia nos quedamos en la reunión hasta las siete de la noche. Al terminar la junta, el cielo ya estaba oscuro y se veía el resplandor rojo del fuego. —Corramos—les dije, y fuimos rumbo al muelle
Nos acercamos a ayudar. Necesitábamos saber sí había personas atrapadas en el barco, sí era necesario transportar a alguien, o quizás hacer llamadas por teléfono. En esa época solo había cinco líneas telefónicas en todo el pueblo. Una, en nuestra oficina.
Supimos que varios pescadores y estibadores se habían acercado en lancha a “El vagabundo”, y se mantenían atentos con la intención de localizar a todos los trabajadores del barco.
—Faltan tres compañeros—nos dijo un pescador que apodaban el potro: El participaba en la búsqueda de sobrevivientes. –No nos iremos hasta saber que les pasó—agregó.
Esa tarde aprendí que al quemarse el diesel genera una gran cantidad de calor y provoca una reacción en cadena, debido a que la parte en combustión calienta al demás diesel.
El diesel almacenado se calienta, produce vapor y sale con presión del contenedor.
El diesel derramado fuera del barco también se calienta y forma una capa de vapor que facilita se extienda el incendio.
Podía observar la capa de diesel que flotaba sobre el agua del mar, y que al calentarse ardía sin mezclarse con el agua.
Además unos tanques de gas explotaban y otros salían disparados del barco, ya que el calor elevaba la presión del gas dentro del tanque y desprendía la válvula, dejando en el tanque un orificio por donde salía con fuerza el gas caliente. El tanque se convertía en un cohete de “propulsión a chorro”, impulsado por la descarga del gas.
Los tres queríamos acercarnos al barco, primero lo intentamos hacer por el muelle, pero no era posible establecer un acceso, debido a que las llamas provenientes de la embarcación medían más de diez metros de alto e inclinadas por el viento, envolvían todo el muelle.
Así que decidimos acercarnos a nado, por el lado sur del muelle. Corrimos a un terreno aledaño y por ahí bajamos a la playa; al entrar al mar, sentimos que el agua estaba caliente, pero soportable sí se evitaba el contacto con los ojos. Sin embargo, conforme avanzamos al barco sentimos el agua cada vez más caliente. Al alejarnos apenas treinta metros de la playa, aún lejos del barco, el agua estaba casi hirviendo, por lo que no fue posible acercarnos más. Nos quedamos parados dentro del agua observando, con la esperanza de que saliera alguien por ese lado.
—¿Qué hacemos?—preguntó Oscar. El agua está hirviendo alrededor del barco, explicó.
De pronto, entre las llamas salió disparado un tanque de gas hacia nosotros, rebotó una vez contra la superficie del agua, se estrelló de nuevo en el agua cinco metros antes de pasar sobre nuestras cabezas, siguió de largo para impactarse contra un trailer estacionado a treinta metros de la playa, y rebotó de nuevo hasta la playa. Todo sucedió en dos segundos. El tremendo golpe deformó la pared del trailer, dejando una enorme abolladura.
Un instante antes de que el tanque de gas pasara sobre nosotros, por instinto nos sumergimos en el agua para esquivar el golpe. Bajo el agua escuchamos el estruendo del choque contra el trailer, y al salir del agua ya estaba deformada la pared del trailer y el tanque en la playa.
La preocupación que sentíamos por los trabajadores del barco desaparecidos, no nos permitía retirarnos del lugar, pues pensábamos que sí habían saltado al mar, podrían salir a la playa por ahí o podríamos verlos flotando.
Así que caminamos por la playa al sur y nos metimos de nuevo al mar, primero nadamos rumbo al oriente separándonos de la costa y después nadamos al norte para acercarnos al barco en llamas. Se suponía que la corriente marina fría que va de sur a norte, ayudaría a que el agua del mar estuviera menos caliente por esa ruta.
Pero el mar estaba casi hirviendo en un círculo de influencia como de cuarenta metros alrededor del barco, por lo que no era posible acercarse más. Había que hacerlo utilizando una lancha, como ya lo hacían otros. Así que regresamos a la playa junto al muelle donde había sucedido lo del tanque de gas, porque ahí podíamos estar cerca del barco y observar sí salía alguien vivo o muerto.
Nos metimos al mar y nos acercamos hasta donde lo permitía la temperatura del agua. Esperamos y a las diez de la noche vimos que salía del mar un hombre que no conocíamos, al estar con nosotros dijo que pertenecía a la tripulación del barco. A pesar de tener todo el cuerpo quemado, estaba consciente.
—Debo avisarle al patrón—nos dijo. El sobreviviente deseaba llamar por teléfono a sus jefes para informar lo sucedido. Hasta que lo hizo, aceptó ser trasladado por la cruz roja a Cancún, para recibir atención médica.
Esa noche nos quedamos en una explanada junto al muelle hasta las dos de la mañana. Después nos fuimos a nuestras casas.



3. El juicio

A las ocho de la mañana regresé a Puerto Morelos y fui al muelle, al mismo sitio que la noche anterior era un infierno. El paisaje era un contraste, había poco viento y el sonido del oleaje era tenue, parecía que el mar guardaba silencio en memoria de los muertos.
Las olas borraban las huellas y la playa blanca lucía lisa y tersa. El mar recuperaba la belleza del caribe, se mostraba limpio, transparente, con diversos tonos de color azul, como el cielo.
En el centro del pueblo se escuchaban llantos de familiares y amigos de quienes perdieron la vida, se observaban rostros con dolor, tristeza y desconcierto. Pasaron muchos días para que los habitantes lograran asimilar lo ocurrido, y mostraran de nuevo su alegría característica.
Me enteré que había muerto un amigo, hallaron su cuerpo prensado entre el barco hundido y el fondo del mar, junto al muelle. Su esposa e hijos vivían frente a la plaza, el llanto de ella se escuchaba desde la calle. A medio día la visitaron algunos políticos y le dieron el pésame.
En una esquina frente a la plaza encontré unos amigos que eran pescadores y estibadores. Lo que hice fue saludarlos y permanecer cerca de ellos, casi sin conversar. Era la costumbre de los que vivíamos en el pueblo. Los amigos nos reuníamos casi todas las tardes y dependiendo del estado de ánimo, jugábamos básquetbol, hablábamos o simplemente escuchábamos la música del restaurante de la “China”, que estaba junto al faro. La “China” era la mujer más bonita del Pueblo y probablemente del mundo.
—La china solo tiene un defecto—decían en broma los hombres del pueblo. Se referían al gringo, su esposo.
Después de estar juntos más de una hora, se acercó un ingeniero que también vivía en el pueblo. Era originario del norte del país y conservaba la conducta y costumbres de su tierra. Destacaba su estilo norteño, diferente a la gente de la costa, con ropa y sombrero vaquero. El ingeniero saludó y se puso a hablar, todos lo escuchamos con atención casi sin hacer comentarios; después de diez o quince minutos, mis amigos se despidieron y el ingeniero se quedó platicando solo conmigo.
—Mira a estos cabrones—dijo el ingeniero, refiriéndose a mis amigos, dejaron de platicar con nosotros y se fueron a sentar al centro de la plaza, lo cual significa que no tenían ganas de platicar con nosotros. Ahí están sin hacer nada, simplemente nos dejaron.
Continuó conversando conmigo hasta que pasó por el sitio otro amigo y compañero de trabajo.
—Adiós—dijo y se fue platicando con él.
Caminé al sitio donde se ubicaba el asta bandera, a un lado de las canchas de básquetbol en el centro de la plaza. Me senté en el piso junto a mis amigos, solo los saludé con la mirada.
—¿Por qué se retiraron cuando platicaban con el ingeniero?—pregunté cinco minutos más tarde.
—El ingeniero es bueno para conversar, pero yo no iría a pescar con él, pues creo que él me dejaría si aparece el animal—contestó el Potro, un pescador y estibador de 22 años de edad.
Cuando los pescadores encontraban a un tiburón con comportamiento amenazante, decían: se me apareció el animal.El Potro y los demás, sabían que el ingeniero no había ayudado la noche del incendio. Sin embargo no lo mencionaron, porque hay ocasiones en que las palabras sobran.