Cuidado querido lector, no caiga en las trampas que tienden los promotores de la violencia. No es cierto que únicamente se pueden hacer dos cosas: (1) Combatir la delincuencia a balazos, como hasta ahora; (2) No hacer nada.
Los promotores de la violencia se apresuran a declarar que el único camino para combatir la delincuencia es el uso de la fuerza. Todos sabemos que en la vida las opciones son múltiples.
Nadie quiere que se repliegue el Estado en la lucha contra la delincuencia. El deseo generalizado es que se aplique una estrategia más eficaz. Que atiendan también las causas y no solo se reaccione a los efectos. Hay varias formas (preventivas y correctivas) de combatir la delincuencia, estas formas no se excluyen. Se deben aplicar al mismo tiempo.
El uso de la fuerza armada permite a las autoridades contener la violencia de la delincuencia; y conduce a una carrera armamentista. Cada día gobierno y delincuencia tienen más combatientes y armamento más poderoso. Así son las guerras.
La pobreza, el desempleo, el bajo nivel cultural de la población, la corrupción, la impunidad, el abuso y cinismo de políticos, los pésimos gobernantes, los excesos de los poderosos, la cultura de la transa y del engaño; entre otros males, ocasionan que la mayoría de las personas tenga como objetivo de vida: la adquisición de riquezas materiales. ¿No favorece esto, la búsqueda del dinero fácil? ¿No abona a favor de la delincuencia?
Los ciudadanos no confían en la policía, les temen. Sus abusos y prepotencia, los hacen ser odiados. Y cuando escuchan noticias que informan sobre ex policías que cometieron actos delictivos, los ciudadanos confirman que tienen a razón en desconfiar de ellos. ¿Combaten o apoyan a la delincuencia organizada?
Con el pretexto del combate a la delincuencia organizada, la policía actual porta armas de alto calibre y su presencia intimida a la población. Aún con estás armas poderosas, muchas veces no están mejor armados que la delincuencia organizada. A los fabricantes de armas a nivel internacional, les convienen las guerras. Les venden a todas las partes en conflicto. ¿Vale la pena invertir en armas, en lugar de invertir en educación?
Cuando los políticos ocupan un cargo público se asignan sueldos altísimos, totalmente alejados de los sueldos promedio de la población. Ganan en un mes, lo que ganan los campesinos en diez años. Gran parte del presupuesto se gasta en los altos sueldos, reduciendo recursos a la educación, al cuidado de la salud, a la cultura, al desarrollo de la ciencia y de la tecnología. No existe un político con imagen de honesto, pero ellos se niegan a reconocerlo.
Sin ciencia y tecnología, estamos condenados a ser, en su mayoría, un país de empleados. De mano de obra barata. Incluso lo que llaman mano de obra especializada, es en muchos casos aplicación de habilidades manuales o técnicas, con alcances limitados, que requieren solo una capacitación específica, no más. Un país de empleados, es un país vulnerable, dependiente. Con mala calidad de vida para la mayoría, es un ambiente que favorece el desarrollo de la delincuencia.
Gastando más en armas y policías que en educación se garantiza la producción de desempleados en actividades lícitas. Lo cual favorece la generación de empleo en actividades ilícitas. Los desempleados por necesidad y otros por ambición, intentarán ganar dinero ilícito para alcanzar los niveles de vida que se anuncian en la televisión.
La producción, distribución y venta de drogas de manera clandestina, eleva los costos de la droga. Los altos riesgos elevan las utilidades. Las grandes utilidades favorecen el crecimiento del mercado, porque disponen de más recursos económicos para inducir el consumo.
Además, las organizaciones creadas para producción, distribución y venta de drogas, permiten comercializar otros productos e incursionar en otros negocios.
Querido lector ¿Con balazos se podrá terminar la delincuencia?
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