sábado, 13 de noviembre de 2010

Educación simulada. Autor David Gómez Salas

Me informa un amigo mexicano que vive en Francia desde hace 40 años, que allá la situación cultural no es extraordinaria; a pesar de que internacionalmente, se considera a ese país muy desarrollado.

Comenta que en ese país la educación poco a poco se ha ido deteriorando. Con un número importante de personas con nivel socio cultural bajo, cuyo conocimiento del idioma es deficiente y ha provocado una disminución en el nivel cultural de ese país.

Explica que la escuela no pudo continuar su papel de integradora de la sociedad. Al aumentar la cantidad de conocimientos, se optó por impartir un exceso de asignaturas y temas; sin consolidar lo más indispensable: saber leer y escribir; y despertar el interés y el placer de comprender las cosas.

Observa que los niveles académicos de la educación básica y media son bajos, e impiden que el alumno al concluir la preparatoria pueda continuar, con éxito, sus estudios universitarios.

Expone que casi no hay analfabetismo, pero hay iletrados. Personas que saben leer y escribir, pero no son capaces de comprender correctamente los documentos. Por ejemplo: un contrato de renta, cláusulas de un seguro, etc.

Considera que no hay posibilidades para que los jóvenes aprendan trabajando. Se valoran demasiado los diplomas y ahora pocos jóvenes tienen un empleo antes de cumplir 25 años.

Los comentarios anteriores muestran que siempre la verdad aflora, emerge. A ningún país, estado o municipio ayuda que los gobiernos e instituciones simulen avances en materia educativa, no es posible engañar en este aspecto.

La cultura y el conocimiento se manifiestan en el comportamiento diario de los ciudadanos. En la manera de expresarse, en la forma de conducir sus automóviles, en el respeto al peatón, en la tolerancia, en la pluralidad, en el amor al prójimo y a los animales, en el desarrollo de la ciencia y tecnología propia, en la NO violencia, etc.

En una ocasión un amigo me solicitó clases de matemáticas para su hija, porque iba a presentar examen extraordinario. Acordamos que no le cobraría nada y que empezaríamos el lunes para terminar el viernes. Su hija únicamente asistió el viernes. En esa ocasión le expliqué un poco de álgebra y me dijo que iba a una fiesta y que por favor le diera clases todo el sábado. Accedí pero no asistió.

El domingo comenté a un amigo, que es maestro, mi preocupación por una joven que iba presentar examen de matemáticas el lunes y había observado que sabía muy poco, casi nada; y no pude darle clases.

No te preocupes—me contestó. La van a aprobar, no reprueban a nadie. A ninguna escuela le conviene por cuidado de su imagen, que sus alumnos obtengan bajas calificaciones y menos que reprueben.

Una semana después me encontré al padre de la joven y me dio las gracias porque su hija había aprobado el examen de matemáticas. Gracias a tus clases, dijo.

No es así, nada hice. La escuela es responsable de la calificación—contesté.

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