La paciencia de Apolo
Autor David Gómez Salas
Hace muchos años Casandra prometió a Apolo acostarse con él si le concedía el don de la profecía. Cuando recibió este don, no cumplió su promesa.
Apolo la maldijo y en venganza escupió en su boca y le suprimió el don de la persuasión. No le quitó el don de la profecía, porque Apolo siempre cumplía sus promesas. Apolo consiguió que a Casandra, sin el don de la persuasión, nadie le creyera.
Cien siglos después Casandra habitaba en el cuerpo de Helena, que estaba casada con Guillermo, presidente de un país poderoso.
Como Guillermo estaba muy ocupado gobernando, tenía poco tiempo para hacer el amor con su esposa. No tenía tiempo para ir a casa y hacía el amor en la oficina. Tenía dos amantes fijas y varias no formales.
Cuando Helena se enteró de los amores de Guillermo, quiso divorciase y llamó a su abogado para que iniciara los trámites y demandas.
Fue un litigio interesante, que iba ganando Helena hasta que el abogado de Guillermo solicitó y consiguió que la misma Helena hablara en la última audiencia del juicio. Cuando ella habló, nadie le creyó.
Para el juez fue imposible creer que tan buen gobernante, fuera mal esposo, que no fuera cariñoso y no fuera fiel amante. Así que pidió a Helena y a Guillermo que intentaran salvar su matrimonio. Ambos aceptaron.
Helena aceptó con la condición de que Guillermo le prometiera hacer el amor con ella, todos los días. Sabía que Guillermo era excelente en la cama y siempre cumplía sus promesas.
Guillermo nunca pretendió divorciarse, así que fácilmente prometió hacer el amor con ella, todos los días; y sonrió satisfecho porque había logrado que Casandra, por voluntad propia, le cumpliera.
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