jueves, 27 de mayo de 2010

Política y poder. Autor David Gómez Salas

Pensando en el ambiente político actual, que se habla de crisis y austeridad, que las esposas de los gobernantes toman las decisiones, y que los gobernantes están solos y rodeados de enemigos que no le informan bien; deseo platicar la historia siguiente:
Un Senador creía ser la voz de los hombres honrados y enemigo supremo de la corrupción, por lo que propuso leyes para contribuir a la austeridad en la administración pública y a disminuir los lujos en el gobierno. Decía que sus leyes ayudarían al país, a sobreponerse de la crisis que vivía en esos años.

Aún cuando públicamente varios actores de la clase gobernante aparentaban apoyar las propuestas del Senador; en privado lo repudiaban, y no lo invitaban a sus reuniones y fiestas privadas.

El Senador promovió leyes que establecían fuertes impuestos para gravar los artículos lujo y las joyas, y con esas leyes se desarrolló el mercado negro, que se extendió hasta ser más importante que el mercado legal.

El Senador en cuestión era abstemio, por lo que muchos decían que era un hombre amargado que quería prohibir todo lo que representaba placer.

El Senador era misógino y promovía, en diferentes formas, que las mujeres no lucieran joyas y estuvieran siempre bajo la autoridad del marido; por lo que las mujeres de alta sociedad decían que no acudirían a las fiestas en que fuera invitado este Senador. Las mujeres que no eran de alta sociedad, tampoco lo invitaban a sus fiestas, ya que el Senador era un hombre rico y poderoso, ajeno al pueblo.

Sus amigos(pocos) y sus enemigos (muchos), le decían que si algún día pretendía cambiar el mundo, antes tendría que aprender que las mujeres como aliadas no tienen precio y como enemigas son implacables. Sin su ayuda poco a nada se consigue. Simplemente no hay nadie que haya llegado lejos, sin tener a su lado una mujer fuerte. Los hombres de poder que ignoran a las mujeres, son cadáveres políticos, le decían.

Los que deseaban escalar el poder sabían bien que necesitaban relaciones para alcanzar las altas esferas. Así que el Senador no podía negar su interés por ser invitado a las reuniones sociales más relevantes.

Las leyes que promovió el Senador causaron muchos problemas y finalmente fueron derogadas. Con sus leyes y declaraciones el Senador había ofendido a las mujeres y a los hombres de poder, quienes únicamente tenían memoria para recordar las ofensas. Así que años después cuando dejó ó perdió el poder, fue ignorado por políticos y poderosos.

El Senador, en desgracia, se quejaba de que estaban siendo gobernados por mujeres, esposas de los gobernantes, y probablemente por un hombre solitario rodeado de enemigos. Pensaba que eso estaba ocurriendo en el poder.

El Senador también había ofendido al ciudadano común, pero el pueblo poco se enteraba de lo que sucedía en el Senado. El pueblo encontraba la forma de no cumplir con las leyes que consideraba injustas, como las leyes que el senador promovió para el cobro de impuestos.

Han pasado muchos años desde la época en que existió el Senador a que hace referencia este relato. A propósito he evitado mencionar su nombre desde el principio del artículo.

El nombre del Senador fue Cayo Oppio, político romano famoso por su ley contra el lujo de las mujeres romanas, la Lex Oppia. Vivió aproximadamente 200 años antes de Cristo.

Estimado lector, espero que la historia anterior les haya resultado interesante e invite a la reflexión. El relato, como todos los que existen sobre esa época, no es real. Está tomado de una novela que se llama Los ojos de Aníbal, escrita por Albert Salvado. Hasta la próxima.

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