miércoles, 23 de septiembre de 2009

Poesía SOBRE UN ÁRBOL. Por David Gómez Salas



Me fascinas Quintana Roo, tropical
Gozo tu viento, amo a tu gente.
Mas ¿qué tienes? que inquietas mi mente
¿Porqué no me lleno, con lo material?

En tus árboles, percibo ternura
Sus hojas, crean música con el viento
Sus tallos, son hermosas esculturas

Bajo su sombra su abrigo siento
Sobre un árbol, a poca altura
Solo y muy tranquilo, en Dios pienso

Para mi ánimo, es excelente
Estar entre ramas y reflexionar
Contemplar el árbol y ser paciente
Siempre habrá tiempo,... para lo demás

Poesía y cuento El árbol que canta. David Gómez Salas



Cuento dedicado a mi nieta Ximena

Te voy a contar un cuento
Sobre un árbol inocente.
Como siempre, en un cuento
El relato nunca miente.

Conozco un árbol artista
Al que le gusta cantar
Siempre está en la pista
Y nunca deja de bailar

Para que duermas mi encanto
Este árbol va cantar
Para escuchar su canto
Los ojos debes cerrar

Duerme, duerme angelito
Sueña, sueña sin cesar
Soñando podrás jugar
Sin dejar de descansar.

Poesía A QUINTANA ROO. Autor David Gómez Salas

Dedicado a mi Estado Adoptivo





Estado limpio e inocente
Lleno de belleza natural
Pueblo alegre e ingenioso
El Paraíso Terrenal

Blancas playas recreativas
Largas cadenas de coral
Vida acuática marina
Selva y mangle sin igual

Laguna de los milagros
Cenote azul y Bacalar
Fibras nostálgicas
De mi lindo Chetumal

Como muestra de conciencia
Que distingue el bien y el mal
Se estudia y conserva
Sián Kaán, Xcalak y Mahahual

Lo mejor del ser humano
Con espíritu liberto
Y del cielo, muy cercano
¡Heroico Carrillo Puerto!

Lázaro Cárdenas y José María Morelos
Refugio de mis antecesores
Cargo de conciencia, siento
Al verlos abandonados

Cozumel, Isla perla
Tesoro Nacional
Tus hijos, han evitado
El desarrollo irracional








Y el cielo imaginario
Que nos contaron de niños
Lo conocí superado
En el norte del Estado

Cancún moderno y fecundo
Tierra de Pioneros
Originarios del mundo
Aquí, no son extranjeros

Nuestra cultura Maya
Nos ha dejado de herencia
Lecciones de valor
Dignidad e inteligencia

Así, Quintana Roo
Te expreso mi sentir
Tierra, mar y aire
Los disfruto al vivir

Prometo respetarte
Trabajar con energía
Contribuir al progreso
Y cuidar la Ecología







No existirá ciclón
Que me aparte de tu lado
Me lo dice el corazón
Y mi mente, confirmado

Guardo pruebas precisas
De lo que aquí asevero
Para decirle al mundo:
Quintana Roo, te quiero

martes, 22 de septiembre de 2009

Poesía LOS SUEÑOS. Autor: David Gómez Salas

Dedicado a mi hija Lorna



Me dices: no pude cerrar los ojos, perdí el sueño anoche.
Para buscar ese sueño, lo que hiciste es un acierto
No hay que cerrar los ojos, hay que tenerlos abiertos
Opino que un sueño es pasión, es amor, es derroche

No busques mucho tempo lo que sientes extraviado
No llames de otra forma, a lo que ya ha terminado
Búscalo solo un segundo, es el plazo adecuado

Inventa un sueño nuevo y vívelo intensamente
Olvida el tiempo, y de estar feliz no descanses
No existen sueños perdidos, no te espantes
La alegría que viviste, durará eternamente

EL CUENTO QUE NO QUERÍA SER CONTADO




Autor: David Gómez Salas
Dedicado a mi hija Sandra




Un cuento, que no quería ser contado
Estaba en mi memoria almacenado
Pero en un sitio no ubicado
Por eso este cuento no era hallado

Los cuentos que aprendo los tengo enumerados
Pero este cuento travieso, se cambiaba de lugar
De esta forma pudo evitar
Que un número, le fuera asignado

Cuando en orden alfabético, a los cuentos los formaba
Se ponía atrás de la letra Z y después se movía
A otro lugar, antes de la letra A, por eso no lo encontraba

Me puse a contar todos los cuentos que sabía
Conté todos los cuentos, sin orden, al azar
A ver si, por casualidad, este cuento así salía
de su escondite mental, para poderlo contar

No se si ya les conté, el cuento que no quería ser contado
Solo se que lo intenté, ustedes lo habrán notado

Cuento y poesía Amante plurinominal. David Gómez Salas

Amante plurinominal
Autor: David Gómez Salas

Había una vez una dama
Carismática y liberal
Estudiosa e inteligente
Y con cuerpo escultural

No existen adjetivos
Para poder describirla
Tenía tantas cualidades
Que costaba definirla

Para encontrar al hombre ideal
Un concurso organizó
Y una gran convocatoria
En los medios publicó

Entre miles de aspirantes
Eligió doce finalistas
Y elaboró una lista
Con estos participantes

Esta etapa se inició
De manera ordenada
Uno a uno, los amó
En forma desenfrenada

Amó al primero, en enero
Amó al segundo, en febrero
Y así sucesivamente
Transcurrió un año entero

Cada año que iniciaba
El orden, ella cambiaba
Y cada enamorado
En diferente mes, era amado

La idea fue popular
Se convirtió en una moda
Amar, amar y amar
Sin realizar una boda

Fue un fenómeno social
Que los diputados estudiaron
Y para normar este ideal
Las leyes modificaron

Con base a su experiencia
Encontraron la solución legal
Establecieron varias formas
De convivencia conyugal

Y para estos casos crearon
Un nuevo estatus legal
Que con solemnidad llamaron
“Amante Plurinominal”


Derechos de autor

lunes, 21 de septiembre de 2009

Cuento y poesía La trampa del diablo. David Gómez Salas

LA TRAMPA DEL DIABLO
Por David Gómez Salas (derechos de autor)

Sucedió el 2 de noviembre
En un pequeño panteón
Acudí con mucho respeto
A observar la tradición

Totalmente inexperto soy
En cosas de religiones
Pero si me interesa
Conocer las tradiciones

Ese era el interés
El motivo, el asunto
Observar como los vivos
Veneran a sus difuntos

De todo hay en esas fiestas
Rezos, alimentos y flores
Dulces, música y cantores
Creyentes y detractores

Al lado de una tumba
Donde antes nada había
Junto a una vela ardiente
Apareció un papel
Con el mensaje siguiente:

Soy un muerto arrepentido
De mi egoísmo en vida
Por eso en este mensaje digo
Lo que pasó en la otra vida

Existe un sitio donde habitamos
Las almas de los que pecamos
Ya muertos, inconformes estamos
Con la vida que llevamos

No es posible cambiar
La historia de la vida
Lo hecho, hecho está
Nada se podrá borrar

Existen en este lugar
Unas pantallas gigantes
Que exhiben sin ocultar
La vida de los farsantes

En ellas todos vimos
Gobernantes que robaron
Las guerras que organizaron
Y como al pueblo engañaron

También conocimos
Como políticos vívales
Se beneficiaron siempre
De los problemas sociales

En fin, miles de transas vimos
Mentiras y simulación
Científicos que plagiaron ideas
Y trabajos de investigación


Deportistas tramposos
Entrenadores ambiciosos
Ahora están avergonzados
De los trofeos ganados

Pero hay un caso especial
Es el caso de Luzfino
Caso extremo del mal
Que vivo, fingió ser divino

Luzfino ya no tiene secretos
Su vida real conocimos
A través de este sistema
Todas sus transas, vimos

Cuando en vida nos gobernó
Muchas veces nos mintió
Y todo lo que simuló
Ahora se descubrió

Los padres de Luzfino
Las transas de su hijo, vieron
Sus almas se entristecieron
Y entre lágrimas, dijeron

Como pudo ser tan cruel
Tan voraz y ambicioso
Que pena sentimos por él
Será un muerto pernicioso
En tráfico de influencias
Fraudes y peculados
Luzfino, con paciencia
Adquirió gran experiencia

Muerto el perverso ser
Su alma se puso a pensar
Lo que podría hacer
Para de nuevo gozar
El placer del poder

Organizó una reunión
Y dijo con emoción
Les tengo una propuesta
Escuchen con atención

En vida fuimos canallas
Y actuamos con cinismo
Ignoremos las pantallas
Hagamos de nuevo lo mismo

En radio y televisión
Había un tema prohibido
No existía la pobreza
No era tema divertido

Temas importantes eran
La vida de las artistas
Y la de los futbolistas

Millones de veces dijimos
No hay devaluación
Somos gobernantes honrados
Es feliz la población

Terminó la delincuencia
La policía no es el hampa
Son honestidad y decencia
A nadie su imagen, espanta

Mil veces anunciamos
Nuestra economía está sana
Con propaganda dijimos
Lo que nos dio la gana

Despertó gran entusiasmo
Lo apoyó la mayoría
Lo nombraron su líder
Con gran algarabía

Salvarlos, prometió Luzfino
De aquel frío lugar
Y dijo: los voy a guiar
Síganme por este camino

La promesa se cumplió
Los salvó del frío de invierno
Con la trampa que tendió
¡Se los llevó al infierno!

sábado, 19 de septiembre de 2009

Cuento Las palabras sobran. David Gómez Salas

LAS PALABRAS SOBRAN
Por David Gómez Salas
Derechos de autor

Esta es la historia de un incendio que causó la muerte de un amigo; y mató el prestigio de un ingeniero…


1. El paraíso

En aquella época vivía en Cancún y trabajaba en un centro de investigación ubicado en Puerto Morelos, Quintana Roo. De este pequeño poblado partían barcos de carga a la isla de Cozumel. Eran barcos maltrechos que transportaban vehículos, maquinaria, combustibles, materiales de construcción, alimentos y otros productos.

En el mar Caribe existe el segundo arrecife coralino más grande del mundo, va desde México hasta Honduras, el arrecife forma una barrera paralela a la costa. En la franja de mar ubicada entre la costa y la barrera de coral, abundaban: peces, Tortugas, langosta y el caracol.
En esa época, vivíamos pocos habitantes en el Estado de Quintana Roo y el mar no estaba sobreexplotado. Puerto Morelos tenía seiscientos habitantes.
Cuando pescábamos para el consumo de la familia, sacábamos solo lo que se podía comer en uno ó dos días. Así consumíamos producto fresco y no era necesario tener un congelador grande en casa.
Para efectuar este tipo de pesca, nadábamos en la superficie del agua viendo el fondo marino con el visor y respirando a través de un snorkel. Nos sumergíamos a puro pulmón, aguantando la respiración bajo el agua y cazábamos.
Para cazar los peces usábamos el arpón. Para cazar la langosta utilizábamos una varilla de metro y medio de largo, que tenía un extremo puntiagudo y en el otro extremo tenia un anzuelo que se usaba como gancho. Al caracol indefenso, simplemente lo levantábamos con las mano


Arpón


Varilla para langosta


Se pescaba acompañado de algún amigo, para protegerse mutuamente en caso de que apareciera algún tiburón. La naturaleza nos daba todo, solo había que tomarlo con cuidado.


2. El infierno


En este puerto había un barco llamado “El Vagabundo”, que transportaba del continente a la Isla, diesel y tanques con gas para uso doméstico. Un día, como a las seis de la tarde, empezó un incendio en “El Vagabundo”, nunca supe bien como empezó. Cualquier chispa o cigarro encendido pudo ser la causa, pues el barco transportaba casi siempre algunos tanques de gas en mal estado; y combustibles en envases muy desgastados.
Cuando inició el incendió se celebraba una reunión de trabajo en la terraza de un hotel, ubicado a 250 metros del muelle. Los que participábamos en la reunión observamos la columna de humo que salía del muelle. Diversas construcciones impedían ver el muelle, y solo era posible ver la parte alta de la columna de humo, desde esa terraza.
Oscar, Juan y yo queríamos ir al muelle para saber que estaba ocurriendo; sin embargo, el jefe y la mayoría de los investigadores que participaban en la reunión dijeron que la reunión debía continuar.
—Que malditos son—dijo Juan en voz baja, cuando nos presionaron a permanecer en la junta de trabajo.
Por tolerancia nos quedamos en la reunión hasta las siete de la noche. Al terminar la junta, el cielo ya estaba oscuro y se veía el resplandor rojo del fuego. —Corramos—les dije, y fuimos rumbo al muelle
Nos acercamos a ayudar. Necesitábamos saber sí había personas atrapadas en el barco, sí era necesario transportar a alguien, o quizás hacer llamadas por teléfono. En esa época solo había cinco líneas telefónicas en todo el pueblo. Una, en nuestra oficina.
Supimos que varios pescadores y estibadores se habían acercado en lancha a “El vagabundo”, y se mantenían atentos con la intención de localizar a todos los trabajadores del barco.
—Faltan tres compañeros—nos dijo un pescador que apodaban el potro: El participaba en la búsqueda de sobrevivientes. –No nos iremos hasta saber que les pasó—agregó.
Esa tarde aprendí que al quemarse el diesel genera una gran cantidad de calor y provoca una reacción en cadena, debido a que la parte en combustión calienta al demás diesel.
El diesel almacenado se calienta, produce vapor y sale con presión del contenedor.
El diesel derramado fuera del barco también se calienta y forma una capa de vapor que facilita se extienda el incendio.
Podía observar la capa de diesel que flotaba sobre el agua del mar, y que al calentarse ardía sin mezclarse con el agua.
Además unos tanques de gas explotaban y otros salían disparados del barco, ya que el calor elevaba la presión del gas dentro del tanque y desprendía la válvula, dejando en el tanque un orificio por donde salía con fuerza el gas caliente. El tanque se convertía en un cohete de “propulsión a chorro”, impulsado por la descarga del gas.
Los tres queríamos acercarnos al barco, primero lo intentamos hacer por el muelle, pero no era posible establecer un acceso, debido a que las llamas provenientes de la embarcación medían más de diez metros de alto e inclinadas por el viento, envolvían todo el muelle.
Así que decidimos acercarnos a nado, por el lado sur del muelle. Corrimos a un terreno aledaño y por ahí bajamos a la playa; al entrar al mar, sentimos que el agua estaba caliente, pero soportable sí se evitaba el contacto con los ojos. Sin embargo, conforme avanzamos al barco sentimos el agua cada vez más caliente. Al alejarnos apenas treinta metros de la playa, aún lejos del barco, el agua estaba casi hirviendo, por lo que no fue posible acercarnos más. Nos quedamos parados dentro del agua observando, con la esperanza de que saliera alguien por ese lado.
—¿Qué hacemos?—preguntó Oscar. El agua está hirviendo alrededor del barco, explicó.
De pronto, entre las llamas salió disparado un tanque de gas hacia nosotros, rebotó una vez contra la superficie del agua, se estrelló de nuevo en el agua cinco metros antes de pasar sobre nuestras cabezas, siguió de largo para impactarse contra un trailer estacionado a treinta metros de la playa, y rebotó de nuevo hasta la playa. Todo sucedió en dos segundos. El tremendo golpe deformó la pared del trailer, dejando una enorme abolladura.
Un instante antes de que el tanque de gas pasara sobre nosotros, por instinto nos sumergimos en el agua para esquivar el golpe. Bajo el agua escuchamos el estruendo del choque contra el trailer, y al salir del agua ya estaba deformada la pared del trailer y el tanque en la playa.
La preocupación que sentíamos por los trabajadores del barco desaparecidos, no nos permitía retirarnos del lugar, pues pensábamos que sí habían saltado al mar, podrían salir a la playa por ahí o podríamos verlos flotando.
Así que caminamos por la playa al sur y nos metimos de nuevo al mar, primero nadamos rumbo al oriente separándonos de la costa y después nadamos al norte para acercarnos al barco en llamas. Se suponía que la corriente marina fría que va de sur a norte, ayudaría a que el agua del mar estuviera menos caliente por esa ruta.
Pero el mar estaba casi hirviendo en un círculo de influencia como de cuarenta metros alrededor del barco, por lo que no era posible acercarse más. Había que hacerlo utilizando una lancha, como ya lo hacían otros. Así que regresamos a la playa junto al muelle donde había sucedido lo del tanque de gas, porque ahí podíamos estar cerca del barco y observar sí salía alguien vivo o muerto.
Nos metimos al mar y nos acercamos hasta donde lo permitía la temperatura del agua. Esperamos y a las diez de la noche vimos que salía del mar un hombre que no conocíamos, al estar con nosotros dijo que pertenecía a la tripulación del barco. A pesar de tener todo el cuerpo quemado, estaba consciente.
—Debo avisarle al patrón—nos dijo. El sobreviviente deseaba llamar por teléfono a sus jefes para informar lo sucedido. Hasta que lo hizo, aceptó ser trasladado por la cruz roja a Cancún, para recibir atención médica.
Esa noche nos quedamos en una explanada junto al muelle hasta las dos de la mañana. Después nos fuimos a nuestras casas.



3. El juicio

A las ocho de la mañana regresé a Puerto Morelos y fui al muelle, al mismo sitio que la noche anterior era un infierno. El paisaje era un contraste, había poco viento y el sonido del oleaje era tenue, parecía que el mar guardaba silencio en memoria de los muertos.
Las olas borraban las huellas y la playa blanca lucía lisa y tersa. El mar recuperaba la belleza del caribe, se mostraba limpio, transparente, con diversos tonos de color azul, como el cielo.
En el centro del pueblo se escuchaban llantos de familiares y amigos de quienes perdieron la vida, se observaban rostros con dolor, tristeza y desconcierto. Pasaron muchos días para que los habitantes lograran asimilar lo ocurrido, y mostraran de nuevo su alegría característica.
Me enteré que había muerto un amigo, hallaron su cuerpo prensado entre el barco hundido y el fondo del mar, junto al muelle. Su esposa e hijos vivían frente a la plaza, el llanto de ella se escuchaba desde la calle. A medio día la visitaron algunos políticos y le dieron el pésame.
En una esquina frente a la plaza encontré unos amigos que eran pescadores y estibadores. Lo que hice fue saludarlos y permanecer cerca de ellos, casi sin conversar. Era la costumbre de los que vivíamos en el pueblo. Los amigos nos reuníamos casi todas las tardes y dependiendo del estado de ánimo, jugábamos básquetbol, hablábamos o simplemente escuchábamos la música del restaurante de la “China”, que estaba junto al faro. La “China” era la mujer más bonita del Pueblo y probablemente del mundo.
—La china solo tiene un defecto—decían en broma los hombres del pueblo. Se referían al gringo, su esposo.
Después de estar juntos más de una hora, se acercó un ingeniero que también vivía en el pueblo. Era originario del norte del país y conservaba la conducta y costumbres de su tierra. Destacaba su estilo norteño, diferente a la gente de la costa, con ropa y sombrero vaquero. El ingeniero saludó y se puso a hablar, todos lo escuchamos con atención casi sin hacer comentarios; después de diez o quince minutos, mis amigos se despidieron y el ingeniero se quedó platicando solo conmigo.
—Mira a estos cabrones—dijo el ingeniero, refiriéndose a mis amigos, dejaron de platicar con nosotros y se fueron a sentar al centro de la plaza, lo cual significa que no tenían ganas de platicar con nosotros. Ahí están sin hacer nada, simplemente nos dejaron.
Continuó conversando conmigo hasta que pasó por el sitio otro amigo y compañero de trabajo.
—Adiós—dijo y se fue platicando con él.
Caminé al sitio donde se ubicaba el asta bandera, a un lado de las canchas de básquetbol en el centro de la plaza. Me senté en el piso junto a mis amigos, solo los saludé con la mirada.
—¿Por qué se retiraron cuando platicaban con el ingeniero?—pregunté cinco minutos más tarde.
—El ingeniero es bueno para conversar, pero yo no iría a pescar con él, pues creo que él me dejaría si aparece el animal—contestó el Potro, un pescador y estibador de 22 años de edad.
Cuando los pescadores encontraban a un tiburón con comportamiento amenazante, decían: se me apareció el animal.El Potro y los demás, sabían que el ingeniero no había ayudado la noche del incendio. Sin embargo no lo mencionaron, porque hay ocasiones en que las palabras sobran.

jueves, 17 de septiembre de 2009

El motor de hidrógeno.

EL MOTOR DE HIDRÓGENO
Por David GÓMEZ SALAS

El programa de verificación vehicular ayuda a que la combustión sea más completa y se produzca más energía por cada litro de combustible quemado. A la altura sobre el nivel del mar y temperatura de la ciudad de México, la combustión de un litro de gasolina o diesel produce aproximadamente 1,750 litros de bióxido de carbono (CO2) y 50 litros de monóxido de carbono (CO).

Un motor bien afinado, produce menos monóxido de carbono que es tóxico, pero la suma de bióxido y monóxido de carbono producido por cada litro de combustible quemado es prácticamente la misma. Realmente se gana muy poco desde el punto de vista de cuidado de la calidad del aire, con este programa.

Combustibles como gasolina, diesel y gas, son compuestos formados con carbón, por eso se les llama hidrocarburos. Estos combustibles al quemarse convierten el carbón en bióxido y monóxido de carbono, que se descargan a través de los tubos de escape en los automóviles.

En el área metropolitana de la Ciudad de México existen aproximadamente 5 millones de automotores; incluyendo vehículos de uso particular, público y de carga. Suponiendo que en promedio cada vehículo quema diario, 5 litros de gasolina o diesel; los 5 millones de vehículos queman 25 millones de litros de gasolina o diesel, cada día.

Por lo tanto la combustión de 25 millones de litros de gasolina y diesel, produce 45,000,000,000 litros de gases con carbón todos los días, o sea 45 millones de metros cúbicos por día. Este volumen de gases de combustión puede contaminar un volumen de 4,500 millones de metros cúbicos de aire, todos los días. Afortunadamente en muchas ocasiones el viento arrastra esos gases y los retira de las zonas urbanas.

Para que realmente trascienda en la calidad del aire, no deberíamos quemar hidrocarburos, es la única manera de no producir bióxido y monóxido de carbono. No hay otra forma de quemar un combustible y obtener cero emisiones de bióxido y monóxido de carbono.

Por eso creo se debe impulsar el desarrollo del motor de hidrógeno. La combustión del hidrógeno produce únicamente vapor de agua. El motor de hidrógeno se desarrolla para ser utilizado a nivel comercial. Lo producen, en muy baja escala, las principales marcas de automóviles.

BMW presentó en 2000, una flota de 15 coches de hidrógeno en Berlín, que desde entonces han estado en uso cotidiano. El hidrógeno generado por energía solar es el combustible más limpio disponible y la combustión del hidrógeno produce únicamente vapor de agua. Por eso se dice que un vehículo con motor de Hidrógeno es un coche impulsado por sol y agua. Esperan que el año 2020 habrá gran cantidad de coches BMW con motores a hidrógeno en Europa y Japón.

Ford ha presentado el Focus C-Max con motor de hidrógeno de combustión interna. Este vehículo fue presentado en Stuttgart. El motor es de cuatro cilindros desarrolla 110 caballos de potencia y proporciona autonomía de solo 200 Km.

Nissan puso a la venta su primer automóvil con motor de hidrógeno convirtiéndose en la tercera empresa japonesa que empieza a comercializar el motor de hidrógeno. El modelo es X-Trail FCV construido sobre el todoterreno X-Trail desarrolla una velocidad máxima de 145 kilómetros por hora.

Toyota y Honda iniciaron el arrendamiento financiero de sus respectivos modelos de vehículos no contaminantes en 2002. Aprovechan la electricidad generada por la reacción química entre el hidrógeno y el oxígeno y cuya única emisión es agua.

El Mercedes A-class de lujo alimentado por hidrógeno líquido será probado en Singapur, según un programa piloto desarrollado por Alemania, EU y Japón, que pretende poner a la venta el nuevo coche para el año 2010. Estiman que para el 2010 habrá 50.000 coches y en el año 2040 habrá 500 millones.

General Motors pondrá a la venta a sus primeros modelos con motores eléctricos que se alimentan con hidrógeno en el año 2010. Fuel Cell Marathon, es el nombre de una exigente prueba de resistencia, que pasarán para demostrar que estos coches son capaces de hacer lo mismo que hacen los convencionales. Un largo viaje a 160 kilómetros por hora de velocidad máxima.

Barcelona prueba tres autobuses con motor de hidrógeno y Madrid recibe el primer autobús del proyecto “Comienza el Opel Fuel Cell Maratón”.

En fin, los motores de hidrógeno son ya una realidad. Pero hay todo un sistema comercial funcionando con base a los hidrocarburos. Hay miles de gasolineras y millones de vehículos que usan gasolina, diesel y gas. Se requiere una infraestructura totalmente nueva para generar, distribuir y almacenar hidrógeno. Las redes de suministro convencionales poco a poco irán perdiendo importancia y serán reemplazadas.

Bueno, querido lector, espero que este artículo sirva para despertar el interés en apoyar el desarrollo tecnológico para ser aplicado en varias ciudades de la República Mexicana. Se requiere el apoyo de gobernantes, legisladores y ciudadanos.

martes, 15 de septiembre de 2009

Cuento de acción Desde el pantano. David Gómez Salas

DESDE EL PANTANO
Autor: David Gómez Salas
La suerte si existe, y muchas cosas pueden pasar solo por estar en el lugar equivocado a la hora equivocada. Hay circunstancias que no se pueden prever ni evitar, y cambian para siempre el estilo de vida de las personas. Como lo muestra esta historia.

1. El acuerdo


Todo empezó en un restaurante de la Ciudad de México, donde Milton, Jesús y Juan se reunían con frecuencia a platicar sobre deportes, mujeres, política, religión, filosofía, negocios y cualquier tema.
En una de esas reuniones se pusieron de acuerdo para hacer un viaje al sureste de México, y recorrer por carretera la costa de Chiapas. El viaje se hizo en el mes de julio, al terminar el semestre escolar. Eran estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México. Milton estudiaba Ingeniería Mecánica; Jesús, Física; y Juan, Ingeniería Química.
Salieron un sábado a las siete de la mañana, de la gasolinera ubicada en la calle de Acoxpa y Canal de Miramontes en el Distrito Federal. Al partir, Juan manejaba su auto; posteriormente se turnarían el volante para no manejar cansados.
Después de varias horas de viaje llegaron a la ciudad de Oaxaca, en donde se detuvieron a comer mole, el platillo típico de la región.



2. El lugar equivocado


Continuaron el viaje y la primera parada a dormir fue en un pueblo del Estado de Oaxaca, el cual tenía cerca de quince mil habitantes. Llegaron al hotel como a las ocho de la noche, los atendió en la recepción un hombre moreno y delgado que aparentaba cincuenta años de edad. El hotel tenía poco más de veinte habitaciones y cuatro baños comunes.
Aún cuando el hotel era pequeño, contaba con un terreno grande que ocupaba dos tercios de la manzana. El terreno tenía barda a su alrededor, excepto al frente; donde estaba la entrada de autos al lado derecho, el jardín al centro y la salida de autos al lado izquierdo.
A espaldas del jardín se ubicaba el área de estacionamiento; y atrás del estacionamiento, en el fondo del terreno, estaba el hotel y la administración.
Había árboles frutales y plantas de ornato en el jardín y sus alrededores. Por todas partes se disfrutaba la sombra de mangos, chicozapotes y otros árboles Algunos lugares del jardín tenían vegetación muy densa.
Las habitaciones eran pequeñas por lo que tomaron dos cuartos, para estar más cómodos. Uno para Juan y Jesús, y otro para Milton. Al terminar el registro en la recepción del hotel, fueron a sus habitaciones y después de bañarse, salieron a pasear al pueblo.
La ciudad se había desarrollado a lo largo de la carretera, era larga y angosta. Tenía pocas calles pavimentadas, la mayoría eran de piedra y tierra. En el recorrido del hotel a la plaza principal algunos tramos carecían de banquetas; y además en muchas ocasiones las banquetas estaban deterioradas. Era más fácil caminar por la calle, que por las banquetas.
Caminaron cinco o seis cuadras y llegaron al parque principal, a su alrededor se localizaban: el edificio del ayuntamiento municipal, la comandancia de policía, un billar, y otros locales comerciales. En la calle vendían marquesote (un pan con almidón y huevos), tlayudas (tortilla grande de maíz con asiento de manteca de puerco, frijoles, lechuga, carne y salsa), tostadas con frijoles negros y aguacate, plátanos horneados y otros antojitos. La plaza estaba llena de jóvenes y niños. El clima cálido era agradable.
Comieron en un puesto callejero y se quedaron platicando en la plaza, para contemplar las costumbres de los lugareños en ese sitio de reunión y esparcimiento. Regresaron al hotel a las once de la noche y continuaron platicando, parados sobre un camellón del estacionamiento.
El patio del hotel se iluminaba con focos ubicados en el exterior de cada habitación, pero a esa hora ya quedaban pocos encendidos, así que la iluminación era tenue. El cielo estaba nublado y el patio oscuro, por los árboles de abundante follaje
Minutos mas tarde, entraron al estacionamiento cuatro automóviles, de donde bajaron varios huéspedes, en total siete hombres y cuatro mujeres. Aparentemente todos estaban borrachos, pues hablaban en voz alta y reían ruidosamente.
Ocuparon habitaciones en la planta alta y en la planta baja, dejaron las puertas abiertas para seguir tomando afuera de sus habitaciones; lo hicieron en la banqueta, a un lado del estacionamiento.
Los estudiantes continuaron platicando en el estacionamiento. Milton comentó que una de las mujeres de aquel grupo, tenía un vestido blanco que parecía vestido de novia. Minutos más tarde, Jesús y Juan fueron a sus habitaciones, Milton permaneció más tiempo en el jardín.
Juan escuchó desde su habitación un diálogo entre una mujer y un hombre.
— ¿Estas molesta?—preguntó un hombre.
— No, me siento mareada, rara, veo imágenes con mucho color—contestó la mujer.
— ¿Cuál es el problema?—interrogó el hombre.
— Veo la luz muy brillante y me molesta aún con los ojos cerrados, la luz atraviesa mis párpados—dijo ella.
— Te sentirás mejor al rato—afirmó el hombre.
— Me siento sin sueño, y al mismo tiempo no tengo ganas de caminar, ni de comer, no tengo ganas de hacer nada—explicó la voz femenina.
Afuera de las habitaciones continuaban las risas y voces del grupo. En todo el patio solo quedaron encendidos seis focos, tres en la planta alta y tres en la planta baja.
Milton se mantuvo lejos del grupo de personas que se divertía en el estacionamiento y caminó hacia el centro del jardín, se recostó sobre una roca grande y limpia, para admirar el cielo y reflexionar. Casi no dirigía la mirada al grupo de personas que se divertía en el estacionamiento, estaba entregado totalmente a la meditación.
En el hotel, la mujer joven con vestido blanco entraba con frecuencia a diferentes cuartos, las otras mujeres eran mas tranquilas y permanecían sentadas en la banqueta.
Los hombres seguían en movimiento continuo, bajaban y subían las escaleras, entraban y salían de las habitaciones, iban a los autos y al baño; y cuando participaban en una conversación la abandonaban rápidamente.
Como a las doce de la noche empezaron a discutir, quien parecía ser el jefe recriminó primero a un compañero y después a todos los demás. Era un hombre alto, moreno, robusto, cachetón y con bigotes.
Al principio las mujeres se mantenían calladas en la banqueta, después no quedaba ninguna en ese sitio, aparentemente se metieron a las habitaciones.
Los hombres ya no estaban alegres y caminaban cada vez más aprisa, en todas las direcciones. El jefe empezó a coordinarlos, primero les ordenó ir a los carros a sacar armas y otras cosas; después envió a dos hombres al fondo, a las esquinas para que vigilaran los límites del terreno de atrás y los lados. Estableció dos puestos fijos de vigilancia.
Desde el centro del estacionamiento, organizó a los cuatro hombres restantes en una brigada móvil que revisaba todas las instalaciones del hotel. Daba órdenes con pocas palabras en voz baja, y hacía muchos ademanes para dar precisión a sus instrucciones.
Dos de los cuatro hombres de la brigada móvil, ubicaron sus automóviles al fondo de cada camino lateral con los faros encendidos hacia el frente, de esta forma iluminaron los caminos de entrada y salida de autos. Después regresaron a reunirse con sus compañeros.
Los límites laterales del terreno estaban iluminados, pero permanecía oscuro el jardín y parte del estacionamiento. La brigada móvil formó una línea a lo ancho del terreno, dejando entre ellos una distancia aproximada de diez metros, era una línea para revisar a detalle el jardín.
Milton, por instinto de conservación, se levantó de la piedra y corrió agachado entre los árboles.
Los hombres armados empezaron a caminar hacia el frente del terreno. Primero avanzaron por el estacionamiento y después siguieron con el jardín, donde estaba Milton.
Revisaron palmo a palmo el terreno y con lámparas de mano iluminaron a su alrededor. Al avanzar no quedaba un punto sin examinar. Esculcaron, revisaron para buscar algo oculto, los arbustos y arriba de los árboles. Cuando llegaron a la calle, caminaron de regreso para recorrer de nuevo el jardín y el estacionamiento.
Posteriormente, dos hombres subieron a los autos restantes, y recorrieron el terreno con las luces encendidas. Los dos vigilantes del fondo observaban los límites del terreno, mientras otros dos revisaban desde los carros, y dos mas lo hacían a pie.
La búsqueda se volvió caótica, hasta que el jefe ordenó que se colocara un vigilante en cada esquina del terreno. Cuando corroboró que ya estaban los cuatro vigilantes en sus sitios, abordó un auto con dos hombres y salió del hotel. El domingo, como a las siete de la mañana, Jesús y Juan fueron a la habitación de Milton. Tocaron la puerta y Jesús dijo en voz alta que estarían en el estacionamiento. Milton no contestó.
Después de transcurrir diez minutos, fueron otra vez a la habitación de Milton, tocaron la puerta y tampoco hubo respuesta.
Jesús dijo que probablemente Milton había salido a correr. Fueron a la administración del hotel y Jesús preguntó al encargado, si había visto a su compañero de la habitación 105. El encargado contestó que no.
Juan preguntó al encargado en donde había una cancha de básquetbol cercana al hotel y le informaron que a la orilla de la carretera, después del parque.
Caminaron a la cancha y al llegar observaron que estaba en mal estado, ni siquiera tenían aros los tableros. La cancha estaba sucia con polvo, piedras y algunos vidrios de botellas rotas, era evidente que no se usaba desde hace tiempo.
Se quedaron en la cancha más tiempo, porque era probable que Milton los buscara en ese sitio. Así sucedió, después de una larga espera Milton llegó a la cancha y se acercó a ellos sin mostrar preocupación alguna.
Cuando estuvo con ellos les dijo que imaginó se les ocurriría buscarlo ahí; y enseguida advirtió que debían salir del pueblo pronto, porque anoche lo habían perseguido las personas que estaban en el estacionamiento. Comenzó a relatar lo ocurrido.
Estaba en el jardín pensando y noté que terminaron las risas, volteé y observé que había terminado la reunión, solo quedaban hombres revisando el hotel que se disponían a revisar todo el terreno. Alcancé a ver cuando sacaron armas de los carros.
Corrí agachado por entre los árboles hasta llegar al frente del hotel, crucé la calle y salté a una casa. Esperé escondido dos horas para regresar al hotel, pero lo mantenían vigilado.
Registraron todo el hotel y especialmente el jardín, el cual iluminaban con lámparas de mano y con los faros de sus carros.
Permanecí en la cochera de esa casa, junto a la calle. No podía ir más al fondo pues corría el riesgo que los dueños me vieran. Estuve quieto en cuclillas hasta que se me cansaron las piernas, así que decidí buscar una salida por la parte de atrás.
Me di cuenta que estaba desocupada, por lo que con confianza fui al patio del fondo, subí la barda y salté al lote de atrás que es un baldío. De ahí salí a la calle y fui a la carretera. Nunca corrí para no llamar la atención, no fuera a ladrar algún perro.
Crucé la carretera y me metí a un terreno sembrado con árboles de mango. Subí a un árbol con muchas hojas, para esconderme y esperar que amaneciera. Sin embargo, cinco minutos después observé a la mujer del vestido blanco cruzar la carretera y correr directamente a mi escondite.
La muchacha nerviosa dijo que me vio en el hotel antes de escapar, y que después desde donde estaba escondida, me vio de nuevo cuando crucé la carretera. Se llama Marisol y quiere que la ayudemos a escapar, se quedó escondida en el huerto de mangos, esperando que pasemos por ella.
Primero pensé que esos tipos habían hecho algo malo cuando estaban tomando, y creían que yo era testigo. Pero ahora imagino que ellos piensan que la ayudé a escapar del hotel. Ellos me vieron cuando estuve en el jardín.
— ¿Por qué escapó?—preguntó Jesús.
— La invitaron a una fiesta con engaños y querían abusar de ella. No es de este pueblo y no tiene familiares aquí—contestó.
Los tres caminaron al hotel, al llegar a la administración observaron que ahí estaba el jefe platicando con el encargado, quien al ver a los tres jóvenes, les preguntó: ¿fueron a jugar básquet?
No tienen aros los tableros, respondió Juan sin detenerse. Caminaron con naturalidad a sus habitaciones simulando no tener prisa. Dejaron las habitaciones después de darse un baño para no despertar sospechas, era ilógico hacer ejercicio y no bañarse.
Llevaron sus maletas al carro y pasaron a la administración únicamente a entregar las llaves, pues el hotel ya lo habían pagado al entrar.
Ahí seguía el jefe con la intención de averiguar sí los jóvenes sabían algo de lo ocurrido anoche. Observaba si estaban nerviosos y les preguntó como les había parecido el pueblo. Jesús sonrió y aclaró que solo habían conocido el hotel y el parque.
Bueno ¿les gustó lo que vieron?, preguntó con firmeza el jefe. Al escuchar el tono autoritario, Milton contestó con una indirecta: noté que las personas son amables, eso me gustó mucho.


3. Inicia la persecución

Después de entregar las llaves, Juan dio las gracias y se despidió. El jefe lanzó la última pregunta: ¿A Que ciudad se dirigen?
A Tuxtla, contestó Juan mientras salían de la administración. Caminaron al automóvil sin prisa, lo abordaron y partieron lentamente. Juan manejaba el vehículo, Jesús iba a su lado y atrás Milton.
El jefe había observado en forma detallada los movimientos y las actitudes de los tres, para poder descubrir alguna reacción sospechosa; sin embargo, no observó nada extraño en la conducta de los tres. Se quedó pensativo, mientras se retiraba el automóvil. A pesar de ser un hombre violento, era calculador.
Juan, condujo el automóvil rumbo a la carretera federal y Milton le dijo que tomara la carretera como si fueran de regreso a México, para poder ir por Marisol, que estaba a 700 metros del crucero.
Al llegar al punto señalado por Milton, detuvieron el automóvil y esperaron a que Marisol saliera de su escondite para llevarla a donde estuviera fuera de peligro.
Marisol vigilaba la carretera desde su escondite y observó cuando arribó el automóvil, esperó a que Milton abriera la puerta del auto y descendiera de él, era la forma en que Milton le haría saber que todo marchaba bien; entonces salió entre los árboles y corrió hacia ellos. Usaba una mochila color guinda.
Entró al automóvil y se sentó atrás de Juan, enseguida entró Milton, se sentó al lado de ella, cerró la puerta y arrancaron.
Era una hermosa Juchiteca joven morena, delgada, con ojos negros grandes, nariz pequeña, labios ligeramente gruesos, dientes blancos, cabello negro y abundante.
Juan condujo el automóvil medio kilómetro en la misma dirección y se detuvo fuera de la carretera y le preguntó a Marisol, a donde quería ir.
—A donde vayan ustedes—contestó.
—Vamos a Arriaga, pero te podemos llevar en otra dirección, si te queda mejor, depende de donde vivas—dijo Milton.
—Arriaga me queda bien—respondió.
Se mostraba asustada así que la apoyaron sin decir más y dieron la vuelta en “U” para dirigirse a Chiapas. Como iban a pasar de nuevo por el pueblo, Milton le pidió a Marisol que se agachara unos minutos y dijo que le avisaría el momento adecuando para levantarse. Ella obedeció y se ocultó hasta que le indicaron que ya podía sentarse en forma normal.
Continuaron el viaje en silencio para que Marisol se sintiera sin presiones. Hasta que por iniciativa propia, ella quiso dar explicaciones y contó las causas por las que estuvo en el hotel y escapó:
—Trabajo para un señor que se llama don Saúl, él me invitó a una fiesta en honor del presidente municipal electo—dijo ella.
En esa fiesta, don Saúl y su esposa me pidieron que los acompañara a un brindis familiar que se celebraba en otro sitio. Me dijo que ellos querían ofrecerme un trabajo más estable y bien pagado, el cual me explicarían en un lugar con menos ruido, en un ambiente mas privado. Me inspiraron confianza porque eran dos personas casadas las que me invitaban, así que acepté.
Viajé en el automóvil con la esposa de don Saúl, ella me comentó que don Saúl había notado mis deseos de superación y deseaba ayudarme para que tuviera un mejor trabajo. Me recomendó que tratara de ganar la confianza y buena voluntad de su esposo, que ella estaba de acuerdo porque era de “amplio criterio”.
En la fiesta comí poco y no tomé alcohol; sin embargo, cuando viajaba con la esposa de don Saúl, tuve la sensación que mi cuerpo pesaba menos, y además me sentí mareada y sin fuerzas.
Como fue un engaño la oportunidad de trabajo, al llegar al hotel fingí sentirme mal del estómago y con ese pretexto iba al baño varias veces, esperando una oportunidad para escapar.
Le dije a Don Saúl que me molestaba mucho la luz, que la sentía muy brillante, y además me sentía mareada. También le dije que estaba contenta para que no se sintiera rechazado y la vez no sospechara mis intenciones de huir.
Para evitar que se le antojara acostarse conmigo le dije que me sentía muy mal del estómago, con ganas de vomitar, que el vómito se me subía a la boca a cada rato, y se me saldría de un momento a otro. Deseaba que le diera asco besarme y sintiera que corría el riesgo de que vomitará sobre él, si estaba cerca.
—Don Saúl es un hipócrita que fingió ser amable conmigo, pero resultó ser el cabrón que todos dicen—sentenció.
Los tres escucharon sin hacer preguntas, ni comentarios. Ella estaba alterada y tenía deseos de desahogarse, así que continuó hablando sobre las transas, influencias, riquezas, abusos y poder de don Saúl, en esa zona del Istmo de Tehuantepec.
Después de decir pestes sobre el cacique, ya tranquila habló sobre Juchitán, Tapanatepec, Coatzacoalcos, algunas playas oaxaqueñas y las costumbres de la región.
Pero los problemas para los estudiantes y Marisol, apenas empezaban. En aquel hotel del pueblo oaxaqueño, el cacique don Saúl platicaba, con su lacayo y el encargado del hotel, sobre los estudiantes; y escuchaba comentarios intrigantes.
—Estos camaradas no fueron a hacer ejercicio, pues no regresaron muy sudados—dijo el encargado.
—Tomaron la carretera para México y a usted le dijeron que iban a Tuxtla—agregó el secuaz.
— Uno de ellos madrugó mucho, pues sus amigos preguntaron por él a las siete de la mañana—comentó el encargado.
— Se fueron manejando demasiado despacio y los chilangos manejan hechos la madre—dijo con insidia el secuaz.
Las explicaciones y aclaraciones lograron inquietar al cacique. El encargado del hotel lo hacía por ociosidad, y porque sabía que algunos chismes le producían propinas. El secuaz buscaba acción y diversión.
Don Saúl pidió al encargado, que le permitiera pasar a los cuartos que habían ocupado los chilangos. Él lo aprobó de buena gana.
El cacique caminó a las habitaciones y en el pasillo encontró a la señora que hacía la limpieza, a quien preguntó sí había encontrado algún paquete en esas habitaciones o en alguna otra parte. La señora respondió que no.
Don Saúl procedió a revisar personalmente los cuartos y sitios cercanos. Minutos más tarde, estaba frustrado porque no tenía claro quien le había robado el paquete que buscaba, podía haber sido Marisol, alguno de los chilangos o sus propios achichincles.
El paquete contenía droga cuyo valor era mayor a doscientos cincuenta mil pesos, por eso lo buscaba con cautela. Sabía que sí los trabajadores del hotel se enteraban del valor, sería difícil que lo devolvieran al ser hallado.
Pidió al encargado que le diera los nombres de los muchachos. Este revisó la hoja de registro, anotó los nombres en un papel, y se lo dio.
Sin dar explicaciones el cacique abandonó el hotel en su auto. El servil encargado se quedó parado en el estacionamiento del hotel, y no tuvo oportunidad de saber que buscaba don Saúl.
El cacique ordenó al chofer que fueran a una cantina del pueblo a buscar a Felipe. Un policía de caminos que acudía a ese sitio con frecuencia; en la mañana iba a curarse la cruda y en la tarde a jugar cubilete (póquer con dados).
Felipe no estaba en la cantina pero ahí les informaron habían visto su patrulla estacionada cerca del tanque de agua potable. Era un nuevo sitio para tomar cerveza, frente aquel tanque había un árbol de chicozapote que producía una sombra enorme, bajo la cual la dueña de la tienda de la esquina, tenía varias mesas con sillas.
Ahí servían cervezas frías con ricas botanas: consomé de camarón, totopos, tasajo, quesillo y otras. El sitio al aire libre, no apestaba como la cantina, tampoco había perros callejeros, y los terrenos aledaños sin construcciones ni banquetas, eran un gran estacionamiento.
Felipe, un hombre gordo como de 35 años, en cuanto se dio cuenta que se aproximaba el automóvil del cacique, se levantó de la silla y caminó hacia él. Don Saúl esperó a que Felipe estuviera cerca y bajó el cristal de la ventanilla para decirle que necesitaba su apoyo. Deseaba localizar un Sentra blanco con placas del Distrito Federal, que salió del pueblo hace media hora a la Ciudad de México ó a Tuxtla Gutiérrez. En él viajaban tres jóvenes como de 20 años.
A pesar de la rabia que sintió Felipe por dejar la cerveza y la botana, ofreció a don Saúl que en seguida vería su asunto. Don Saúl, le dio las gracias. Por la forma en que lo vio el cacique, Felipe entendió que había posibilidades de recibir una buena recompensa.
Felipe se fue caminando a la tienda para pagar la cuenta y despedirse de la dueña. Después se dirigió a la patrulla para solicitar por radio a sus compañeros, que estuvieran atentos y cuando vieran un Sentra Blanco con placas del Distrito Federal, con tres pasajeros hombres, lo detuvieran con algún pretexto y le avisaran por radio. Habló con varios compañeros, quienes usando sus códigos confirmaron que estaban enterados y que apoyarían. Terminó de hablar por radio y fue a recorrer los alrededores para averiguar si alguien los había visto.
La carretera en dirección al sur se bifurca: a la izquierda va a Tuxtla Gutiérrez Chiapas; y a la derecha a Tapachula Chiapas. Como el viaje era a la costa rumbo a Tapachula, los estudiantes le habían dicho a don Saúl que se dirigían a Tuxtla Gutiérrez.
Arribaron a la ciudad de Arriaga, pero como Marisol ya sabía que ellos iban a Tapachula, les pidió no pararan y la llevaran hasta Tonalá, pues todavía estaba muy nerviosa. Así lo hicieron.
En el camino Juan comentó que la República Mexicana tenía la figura de un árbol. Explicó que Oaxaca y Chiapas eran el tallo; arriba del cual, las ramas grandes representaban la mayor parte del territorio nacional, y las ramas pequeñas representaban la Península de Yucatán. Las raíces estaban alimentadas por los ríos Hondo y Suchiate.
Jesús platicó que el D. F. era una ciudad muy hospitalaria, a donde inmigraban personas de todos los Estados.
Milton comento que la mayoría de la gente que vive en Cancún, son inmigrantes o hijos de inmigrantes; y por eso esa ciudad era cosmopolita.
Juan contó que en Tapachula, hay personas de origen Chino, Alemán, Turco y otras partes, porque fue refugio para perseguidos políticos; y por eso eran solidarios.
La conversación no era abierta, se abordaban temas de carácter impersonal, todavía no se establecía un ambiente de amistad ente Marisol y ellos.
Llegaron a Tonalá "Lugar Caluroso". Esta ciudad ubicada un poco más lejos de aquel pueblo Oaxaqueño y con mayor número de habitantes, los hacía sentirse menos inseguros.
Juan sabía que muchos habitantes del Istmo de Tehuantepec se mudaban a vivir a la Costa de Chiapas, por lo que le preguntó a ella si tenía familiares en esa ciudad.
No, solo tengo parientes en Coatzacoalcos, Distrito Federal y Estados Unidos. Hace 12 años mis padres se fueron a vivir a Coatzacoalcos y regresé a mi pueblo hace tres años—respondió.
No dijo más, porque no deseaba comentar detalles de su vida. La realidad era que los padres de Marisol se mudaron a una colonia que se llama Allende de Coatzacoalcos y se separaron. Su madre se dedicó a la prostitución y su padre se fue como estibador en un barco griego de carga, a recorrer el mundo. Ella vivió ocho de esos nueve años, con su tía. Existían pocos recuerdos gratos.
— ¿Porque regresaste a tu pueblo?—preguntó Milton.
— Por negocios—contestó.
Este tipo de respuestas oscuras y cortantes, les desagradaban y enrarecían el ambiente.
Cuando entraron a la ciudad de Tonalá, ella pensó que lo ideal era ir a tomar un baño y cambiarse de ropa antes de comer algo, pero no externo su opinión porque deseaba que ellos tomaran la decisión. Los jóvenes localizaron un restaurante color anaranjado, amplio y limpio. Se estacionaron frente a él.
Antes de entrar al restaurante, Marisol dijo que necesitaba ir a comprar ropa, que regresaría pronto para comer con ellos. Milton se ofreció para acompañarla, pero ella no aceptó.
Marisol deseaba comprar un pantalón, una playera y ropa interior; le resultaba más cómodo hacerlo sola. Además estaba acostumbrada a comer poco y sin horario, podía realizar una sola comida en todo un día. Cuando trabajaba como edecán en las fiestas, era común que los invitados le ofrecieran drogas, y ella pasara toda la tarde y noche sin comer.
Los tres entraron al restaurante, los atendió una mesera chaparrita, morena, carita redonda, ojos negros, nariz minúscula y cabello rizado. Ordenaron la comida y avisaron que mas tarde llegaría otra persona a la mesa. Diez minutos más tarde, la mesera llevó lo ordenado y empezaron a comer sin esperar a Marisol, porque podría tardar mucho en regresar e incluso podría no volver.
Marisol llegó al restaurante 30 minutos mas tarde, y pidió únicamente un plato de arroz con camarones y una coca de dieta. La dueña del restaurante la observó detenidamente, se acercó a una de las empleadas y le comentó un chisme al oído. Todos se dieron cuenta de inmediato de la conducta de la dueña.
Después de pagar la cuenta, en la puerta del restaurante, Juan preguntó a la dueña sí conocía un buen hotel. La señora recomendó un hotel con estacionamiento, ubicado en la misma calle, tres cuadras mas adelante.
Al subir al carro Marisol expresó que no le gustaría ir al hotel que recomendó la señora. Propuso ir a la playa y buscar un hotel y todos estuvieron de acuerdo, fueron a Puerto Arista.
La pregunta a la dueña del restaurante solo tenía la intención de dejar una pista falsa a la señora. Su actitud de chismosa les dio desconfianza.



Al llegar a la playa Juan contó que cuando él era niño, a la entrada a Puerto Arista había una enorme Ceiba, y todas las tardes se llenaba con miles de cotorras. Aún cuando la Ceiba era enorme, parecía que no había lugar para todas, por lo que peleaban los espacios. Finalmente todas las cotorras conseguían un lugar, se tranquilizaban y dormían.
— Bueno ya no existe la Ceiba, pero el mar nos espera siempre—afirmó.
En Puerto Arista había muchas zonas para acampar y solo cuatro hoteles formales con aproximadamente 25 cuartos cada uno; ese verano estaban totalmente ocupados tres hoteles. En el hotel que se alojaron solo quedaban libres dos habitaciones, y las rentaron de inmediato. Una la ocuparon los tres hombres y la fue para ella sola. Ellos pagaron las dos habitaciones porque imaginaban que ella no podía pagarla.
Después de tomar un baño en su habitación, Marisol salió a caminar con ellos a la playa, y al anochecer fueron a comer. Al terminar la comida ella regresó a su cuarto a drogarse, había robado a don Saúl un paquete de droga.
Milton fue a ver a Marisol más noche para invitarla a salir, cuando ella abrió la puerta le manifestó que se sentía cansada y prefería quedarse en su cuarto. Él se puso triste y solo alcanzó a decir…bueno, que descanses.
—Gracias—contestó ella.
Marisol tenía poco dinero por lo que decidió vender algo de droga. En su habitación preparó pequeñas dosis y las envolvió con pedazos de papel, para venderlas más noche. Era hábil para encontrar clientes, así que vendió con facilidad varias dosis, hasta obtener el dinero suficiente para comprar un traje de baño el día siguiente.
Milton se reunió con sus compañeros y comentó su preocupación, les dijo que fue a ver a Marisol y parecía drogada.
Por otra parte, don Saúl continuaba su búsqueda…Este personaje era famoso en la región y todos sabían que se dedicaba a la construcción y exportación de fruta.
También era del conocimiento popular que sus verdaderos negocios eran el tráfico de drogas, la prostitución y el agio. Bien relacionado con políticos y con los medios de comunicación, gozaba de impunidad y tenía capacidad para corromper. Sus negocios estaban por encima de las ideologías, contaba con el apoyo de políticos de derecha, centro e izquierda.
Por teléfono, el capo había pedido a cómplices y amigos que le avisaran si veían el carro de los estudiantes. Uno de sus contactos en Tonalá, identificó el carro cuando quedó estacionado frente al restaurante y le informó.
El lunes, don Saúl mandó tres sicarios a la ciudad Chiapaneca. Llegaron en la mañana al restaurante y platicaron con la dueña, sobre las personas que viajaban en un automóvil con placas del Distrito Federal. La señora informó que eran tres hombres y una mujer, todos jóvenes; y que les había recomendado el hotel de su prima, el cual estaba a tres cuadras de distancia, sobre la misma calle, rumbo al centro de la ciudad.
Fueron de inmediato al hotel y uno de ellos habló con el encargado. Le dijo que buscaba a unos amigos que vienen del Distrito Federal. También comentó que la señora del restaurante, prima de la dueña del hotel, les informó que ahí estaban hospedados.
—¿Como se llaman sus amigos?—preguntó el encargado.
—Estos son sus nombres—respondió el hampón, entregando un papel.
El encargado revisó la lista de huéspedes y dijo que no había alguien registrado con esos nombres.
Con la aprobación del encargado, los maleantes revisaron el estacionamiento y después recorrieron las calles aledañas, hasta quedar convencidos de que no estaba el carro en esa área.
El grupo de sicarios regresó al restaurante para platicar con la dueña y la mesera. Les pidieron que describieran el carro y a las personas. Nadie sabía el número de placas, solo sabían que eran del Distrito Federal, pero dieron amplia información sobre ellos.
Por teléfono informaron a Don Saúl que en el carro viajaban tres hombres y una mujer, todos jóvenes y le dieron las descripciones que obtuvieron. Él ordenó que se pusieran en contacto con gente de confianza del lugar, para intensificar la búsqueda; y que ofrecieran pagar veinte mil pesos de recompensa al que los encontrara.
El cacique elucubraba que sí el carro que llegó al restaurante era el de los estudiantes, entonces Marisol viajaba con ellos y se encontraban en la costa de Chiapas. Deseaba recuperar su paquete, y eliminar a ella y sus cómplices.
Los hampones no tenían fotos de los estudiantes y tampoco las placas del carro, pero estaban dispuestos a “levantar” (secuestrar) a quienes viajaran en un Sentra blanco con placas de Distrito Federal y cumplieran con las características descritas.

4. El Amor


Ese lunes desayunaron en el hotel y se fueron a la playa. A medio día cuando decidieron meterse al mar, Marisol dijo: Voy a comprar un traje de baño, no me tardo. Compró un traje de baño barato para que le quedaran algunos pesos.
Fue a su habitación, se puso el traje de baño, y regresó con ellos lista para nadar en el mar. Lucía bellísima en traje de baño, tenía un cuerpo exquisito.
Los cuatro se metieron al mar y estuvieron divirtiéndose más de tres horas. Milton estaba impresionado de la belleza de Marisol, jamás había conocido otra mujer que le gustara tanto. Sus ojos negros, blanca sonrisa, piel morena, cintura esbelta y lindas piernas; lo seducían.
Regresaron al hotel a quitarse la arena en una regadera que está en la playa. Después fueron a sus habitaciones. Ella dijo que se cambiaría de ropa y los esperaría en el lobby.
Milton pidió a sus amigos que lo acompañaran a la habitación porque quería conversar con ellos; ahí fue directo al grano y dijo que desde que conoció a Marisol pensaba todo el día en ella. Reconoció que estaba enamorado y no le importaba que fuera drogadicta.
Jesús y Juan quedaron sorprendidos.
—Estás loco, porque además de drogadicta, es prostituta—exclamó Jesús.
— Si es prostituta, pero con todo y eso, quiero intentarlo—respondió.
— Incluso puede tener SIDA por ser drogadicta y prostituta—atacó Jesús.
— La sacaré de la droga, de la prostitución y la convenceré que se haga análisis de VIH—contestó.
— ¡Estás fregado!—concluyó Jesús.
Nada detenía la pasión de Milton, estaba convencido que a pesar de todo, el alma de Marisol era buena, pues con la droga y la prostitución solo se había hecho daño ella misma, no a los demás.
— Por mi parte estoy de acuerdo que ella viaje con nosotros para que lo intentes, así sabrás que quiere ella—dijo Juan.
Pero había un nuevo problema debido a que Marisol vendió droga en la playa y se enteró el vendedor del pueblo, quien avisó por teléfono a su proveedor de Tonalá. Acordaron reunirse a las cinco de la tarde en Puerto Arista.
El vendedor acudió a la cita acompañado del drogadicto que le había comprado a Marisol. El vendedor preguntó al drogadicto donde podía contactar a la mujer que le vendió la droga; y el drogadicto intimidado, dio el nombre del hotel. De inmediato fueron los tres al hotel a buscar en el lobby, pasillos, restaurante y sus alrededores.
Milton y Marisol fueron a la playa, él necesitaba decirle lo que sentía.
Jesús y Juan fueron a un improvisado bar que había frente al restaurante, para darle tiempo a Milton.
Cuando Marisol y Milton se dirigían al restaurante, el drogadicto la reconoció. Los narcotraficantes tomaron unas fotos y se fueron. Querían investigarla bien, antes de actuar. Necesitaban saber a que grupo pertenecía; no podían permitir intromisiones en su territorio, pero tampoco podían arriesgarse a meterse con la persona equivocada.
Desde el bar, Juan y Jesús vieron todo; así que pidieron la cuenta y salieron por un lado para seguir a los narcos. Solo alcanzaron ver la camioneta en que se retiraron, era roja.
Regresaron al restaurante y cuando se reunieron con Marisol y Milton, les pidieron ir a otro lugar. Jesús apoyó contando mas detalles sobre lo que habían visto
— Eran tres hombres tomándoles fotos a los dos—resaltó Jesús.
— Ella es muy bella por eso le toman fotos—bromeo Milton.
Sin embargo todos percibían que estaban en peligro y decidieron comer en la habitación de ellos.
En el cuarto Jesús platicó que aquellos hombres se habían retirado con rapidez en una camioneta roja nueva. Juan llegó mas tarde la habitación con comida, refrescos y una botella de ron; comentó que por precaución, sería bueno dejar el hotel al terminar de comer.
Sin embargo no lo hicieron porque esa reunión fue una catarsis que suscitó sentimientos de comprensión, purificación y otras emociones, fue como un ritual para extinguir los prejuicios de Jesús, revalorar la capacidad de amar de Milton y descubrir virtudes en Marisol.
La conversación fue fluida, profunda y abierta; la disfrutaron hasta la media noche. Todos tomaron algunas copas y ella no se drogó.
Esa misma noche el proveedor llevó las fotos a Tonalá donde estaban sus jefes. Al día siguiente, el martes, uno de los jefes le dijo al proveedor por teléfono, que necesitaban detener a esa mujer, porque le había robado la droga al mero patrón.
—Iré a Puerto Arista, espérame en el lobby del hotel a las diez de la mañana—ordenó.
Ese martes, Marisol y sus amigos salieron del hotel a las ocho de la mañana. A la salida de Puerto Arista se detuvieron en el poblado a comprar refrescos y pastillas de menta, mientras lo hacían pasaron por el sitio dos camionetas, y la señorita que los atendía comentó: esos son narcos y manejan como bestias. Voltearon a ver las camionetas y una de ellas era la camioneta roja del día anterior.
En cuanto pasaron las camionetas en dirección al hotel, ellos salieron en sentido opuesto, rumbo a Tonalá para tomar la carretera que va primero a Pijijiapan y después a Tapachula.


5. La encrucijada


En las últimas 24 horas Marisol había vivido una situación difícil interiormente, no sabía que hacer cuando arribara a Tapachula. Debía resolver entre seguir por su cuenta o vivir con Milton. Vivía una encrucijada.
Finalmente, tomó la decisión más importante de su vida y les confesó que en su mochila tenía casi dos kilos (cuatro libras) de droga, empacadas en dieciséis bolsitas, y que deseaba deshacerse de todo.
Para evitar que la droga pudiera ser usada por alguien más, decidieron tirarla al mar. Viajaron a Acapetagua una ciudad de cinco mil habitantes; y de ahí se dirigieron a un pequeño poblado de pescadores, a partir del cual se puede ir en lancha a la playa.
El pueblo era muy pequeño, a simple vista parecía que solo eran 10 viviendas, pero existían mas chozas en la selva de mangle. En el lugar había un campamento del ejército que daba asistencia a la población. Doctores y dentistas atendían gratis a las personas.
Encontraron un pescador que por quinientos pesos los llevó a pasear por los canales que cruzan el manglar y llegan a la playa.
Es un pantano con mangles diferentes a los que existen en otras partes del mundo. Este mangle chiapaneco, tiene sus raíces en el lodo como todos, pero su tallo es recto y alto, con hojas limpias, mide más de 35 metros de altura. Nace en el pantano y alcanza el cielo
Después recorrer el manglar por aquellos canales naturales, desembarcaron cerca de la playa y corrieron para meterse al mar, ahí tiraron la droga entre las olas, recorriendo casi un kilómetro a lo largo de la costa. Se arrojó todo al mar, ni siquiera Marisol guardó un gramo. El polvo blanco se mezcló, disolvió y dispersó; en el inmenso océano pacífico.
Tomaron la lancha de regreso hasta la casa del pescador, quien les obsequió camarones cocidos. Se despidieron del pescador y fueron al automóvil, el cual habían estacionado cerca del campamento médico-militar.
El martes a las seis de la tarde llegaron a Tapachula, y el miércoles Marisol y Milton tomaron el vuelo de regreso a la Ciudad de México.
Jesús y Juan permanecieron en Tapachula hasta el martes siguiente, porque Juan mandó a pintar carro de color azul. Regresaron al Distrito Federal por carretera sin ningún problema.
Milton se tituló en la Universidad Nacional Autónoma de México como Ingeniero Mecánico Electricista, año y medio después de regresar de aquel Viaje. Marisol, que no padecía SIDA, obtuvo el titulo de Bióloga a los 31 años de edad.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Cuento de acción FRENTE AL DELINCUENTE. Por David Gómez Salas

FRENTE AL DELINCUENTE
Autor: David Gómez Salas






Cuando el asaltante me amenazó con su revolver, supe que debía aplicar lo aprendido en las calles del Distrito Federal.


1. Aprendizaje
Cuando era joven y conducía mi vehículo en la ciudad de México, con frecuencia me detenían los oficiales de policía y tránsito con el pretexto de verificar mis papeles y otras cosas: tarjeta de circulación, licencia de conducir, calcomanías en los cristales, placas, llanta de refacción, extintor de fuego, etc.
El objetivo de los policías era siempre el mismo, complicarme la vida para que les diera dinero. Los agentes de tránsito habían desarrollado gran habilidad para convencerme que el único camino que existía para evitar una multa, era darles una gratificación. Por eso les dicen: “mordelones”. Por un lado deseaba no caer en la corrupción (dar dinero) y por otro lado necesitaba cuidar mi dinero y mi tiempo (no ir a las agencias del ministerio público).
—Levante la infracción—dije en una ocasión a un agente de tránsito. No estaba de acuerdo en fomentar la corrupción.
—Pues hay que llevar el carro al Corralón, porque tiene placas de Chiapas—contestó. Así que sígueme. Te va salir caro y perderá más tiempo. Además de la multa pagarás pensión y a lo mejor le quitan algo a tu carro. Ya verás, sentenció.
Desafortunadamente así sucedió, el vehículo quedó detenido desde el día viernes hasta el lunes.
—Para que no te vuelva a pasar, da siempre una gratificación al agente—aconsejó el empleado que me atendió el lunes. Así funcionan las cosas, agregó.
Era un juego molesto de la vida cotidiana. Ellos con la impunidad que les otorgaba su uniforme y la placa, intentaban quitarme algunos pesos. Yo me defendía tanto como lo puede hacer un ciudadano común, prácticamente nada. Hay que pagar para que no se complique. Solo aspiraba pagar lo menos posible.
En mis enfrentamientos verbales con la policía, aprendí a temerles y a cuidarme de ellos. Fueron muchos incidentes, la mayoría tensos, algunos podrían ser calificados como ridículos ó cómicos.
—No tengo dinero, échame una mano, dije una vez a un agente de tránsito.
—Abre la guantera y busca bien—me contestó.
Para convencerlo que no tenía dinero abrí la guantera. El oficial vio una botella de perfume “Brut” y un llavero, y demás observó la pluma que llevaba en la bolsa de la camisa.
—Dame el perfume, el llavero y tu pluma (bolígrafo); y te la perdono—dijo con cinismo.
En otra ocasión discutía con un agente de tránsito, de los que conducen motocicleta. El tema era sobre una supuesta infracción al Reglamento de Tránsito de esa época. El texto del reglamento decía que las placas de circulación deberían estar colocadas “preferentemente” al centro del carro; y él deseaba levantarme una infracción debido a que la placa delantera no estaba exactamente al centro, se encontraba recorrida quince centímetros a la izquierda.
Le expliqué que la palabra “preferentemente” significaba que era el lugar que tenia primacía, pero que no era el sitio obligatorio. Además, le dije que la diferencia con el centro exacto, era mínima.
—La placa debe estar exactamente en el centro—dijo el agente, que se aprovechaba de su “autoridad” para hacer valer sus argumentos.
Después de estar discutiendo cerca de diez minutos, pasó una patrulla y la detuve para explicarles a los oficiales mi situación. Me acerqué a la ventanilla de la patrulla para hablar con el oficial que no venía al volante, todavía no empezaba a hablar cuando observé de reojo, que el supuesto agente arrancó su motocicleta y huyó.
No fue necesario dar muchas explicaciones, cuando me acerqué a la patrulla.
—Vamos de paso, no somos de este sector—dijo el policía que manejaba la patrulla, y se alejó del lugar.
Al menos sirvió para descubrir que el policía motociclista era falso ó que estaba fuera de su sector.
También recuerdo que muchas veces los policías manejaban sus patrullas al lado de mi auto por varias cuadras, cuando finalmente me ponía nervioso, volteaba a verlos.
—¡Oríllese a su derecha!—gritaban al notar que estaba nervioso.
Afortunadamente aquel tipo de extorsión en las calles fue terminando conforme tuve más años y carros menos viejos. Tengo la impresión que ellos buscan como victimas, “preferentemente”, a jóvenes de clase media sin influencias.
Desde aquella época tenía una imagen pésima de la policía, y ahora tengo peor imagen de ellos. Conocí cosas peores de la policía, que hacen ver insignificantes a las anécdotas relatadas. Considero que entre ellos, se encuentran los delincuentes más peligrosos.
2. Reacción
Años después, en una ocasión le di un aventón a un amigo que trabajaba en una línea aérea, cuando llegamos a su oficina en la avenida Xola, me devolvió mi celular, bajó del automóvil y se despidió. Eran los primeros minutos después de la media noche.


Por recibir el celular que le había prestado, me distraje y no puse el seguro de esa puerta.
Arranqué el automóvil y pensé en llamar por teléfono a mi esposa para avisar que ya iba a casa. Veinte metros más adelante había un semáforo en alto y mientras esperaba la luz verde decidí hacer la llamada; acerqué el celular a la ventanilla izquierda para ver mejor las teclas con la luz del alumbrado público, marqué el número telefónico, y cuando esperaba que contestaran el teléfono, se abrió repentinamente la puerta delantera del lado derecho y se introdujo un hombre armado.
El asaltante entró insultando, y haciendo alarde de violencia arrancó el cable que conecta el celular al encendedor de cigarros. Con la mano derecha puso una pistola en mi sien derecha y con la mano izquierda me sujetó de los cabellos, sacudiéndome la cabeza de un lado a otro.
— ¡Vas hacer lo que te diga o te vas morir, hijo de la ...!—amenazó.
Me limité a guardar el celular con la mano izquierda abajo del asiento, a un lado de la puerta. La violencia física y verbal era intensa y abrumadora, para intimidarme al máximo.
—¡Me vas a llevar a donde te diga!—gritó.
Durante la agresión reaccioné moviendo la cabeza en la misma dirección y sentido que daba el matón a sus jalones. Mi propósito era dar la apariencia de estar ebrio, deseaba que el rufián me sintiera débil y sometido. Pensé que así podría evitar que se le ocurriera golpearme con la pistola, para dominarme de manera apabullante o incluso apalearme hasta que quedara inconsciente.
Me di cuenta que el asaltante estaba sorprendido de poder sacudirme la cabeza con tanta facilidad. El delincuente observaba mi rostro, para descubrir si realmente venía muy ebrio o si estaba fingiendo y era necesario ablandarme a golpes. Podía utilizar, de un momento a otro, la pistola que mantenía al lado de mi cabeza.
Me mantuve en silencio y con la mirada al frente, para que el asaltante tuviera la seguridad de que él tenía la situación dominada por completo. De esta manera esperaba que dejara de jalarme el cabello y empezará a dar órdenes. Necesitaba conocer sus planes, saber a donde quería ir y obtener cualquier dato sobre su personalidad.
—Te llevaré a donde quieras, dime a donde quieres ir—le dije. Lo hice sin dirigirle la mirada, cuando hubo una pausa en los gritos del agresor.
El delincuente se movió para sentarse en forma más cómoda, enderezó su espalda y levantó el pecho; de esa manera se veía más alto.
—Vete por toda la avenida Xola—ordenó. Después doblas a la derecha en Calzada de Tlalpan y te vas derecho hasta llegar a la parada del metro General Anaya ahí te diré donde darás vuelta a la derecha.
De inmediato pensé que tenía un trayecto de más o menos cinco kilómetros para salir del problema, siempre y cuando fuera cierto lo que había dicho. Podía ocurrir que me quitara el auto antes de recorrer esa distancia, pero por la forma directa y concisa en que lo expresó, parecía haber dicho la verdad.
La avenida Xola estaba desierta y estrellarse contra un poste o una casa, no parecía ser una solución, pues sí el maleante me pegaba un tiro, podría huir y nadie lo vería. Llegué a la conclusión que lo mejor era estrellarme contra un automóvil, así habría testigos y se complicaría la situación para el asaltante.
Con testigos de por medio quizás tendría oportunidad de correr a pie después de chocar. Pensé que al llegar a la calzada de Tlalpan habría más oportunidad, porque ahí circulan más carros. Pero el plan era chocar el auto a la primera oportunidad.
Es probable que el asaltante sospechara mi intención, pues me ordenó que no tomara los carriles centrales y no manejara rápido, de esta manera no podría alcanzar a otro automóvil.
No me convenía girar a la izquierda, porque el impacto sería de mi lado, lo ideal era chocar el auto por el lado derecho o de frente.
Seguimos el viaje por los carriles de baja velocidad y no tuve la suerte de encontrar un automóvil que circulara más lento, para embestirlo.
Al llegar a la esquina de avenida Xola con calzada de Tlalpan, creí que el tipo me iba a ordenar tomar una de las calles oscuras de esa zona, para quitarme el auto y darme un tiro. Coincidió que sus insultos arreciaron. Pensé que debía haberme arriesgado antes, pues a veces no se presentan las condiciones que uno espera y se termina el tiempo.
Afortunadamente el delincuente no me ordenó ir a las calles oscuras, y tomamos la Calzada de Tlalpan; siguiendo la ruta que él había dicho.
Los golpes se hicieron menos frecuentes e ignoré sus insultos. Pensaba infinidad de cosas, ya que además de cavilar sobre como librarme del asaltante, me lamentaba por haber tomado bebidas alcohólicas y por no estar en plenitud para reaccionar lo mejor posible. También me lamentaba por no haber puesto el seguro a la puerta, cuando mi amigo bajó del auto.
Pensaba en mi esposa y en mis hijas. Recordaba que cuando regresaba muy noche a casa, le decía a mi mujer que sabía cuidarme para que no se preocupara.
También le decía bromas de mal gusto como: no te preocupes, la mala hierba nunca muere y otras; que a ella no le gustaban.
Seguí conduciendo por la calzada de Tlalpan hacia el sur, por el carril de baja velocidad, algunos autos me rebasaban por la izquierda, pero lo hacían a gran velocidad. Pasaban tan rápido que no me convenía chocar contra uno de ellos, un impacto tan fuerte me mataría y además ocasionaría la muerte de gente inocente. Mi intención era arriesgarme sin llevarme a nadie más.
Después de un largo recorrido encontré una patrulla estacionada, justo una cuadra antes de llegar a la parada del metro General Anaya. Avancé para estrellarme contra ella pues era mi última oportunidad.
Él asaltante me había dicho que por ahí daríamos vuelta a la derecha y yo recordaba que esas calles siempre están vacías después de las once de la noche, y era la una de la mañana.
Imaginaba que nos estacionaríamos en una calle oscura, que me obligaría a bajarme del auto, me pegaría un balazo y se llevaría el carro. Me figuraba que los vecinos encenderían las luces de sus casas, llamarían a la policía y bajaría hasta que estuvieran seguros de que ya no había peligro. Así que estaba obligado a jugarme la vida.
El delincuente no adivinó mi intención de estrellarme contra la patrulla, pensó que llamaría la atención tocando el claxon, porque apretó la pistola contra mi cabeza y me dijo: Si das claxonazo, ¡te vas!
Cuando escuche el “click” de su pistola, interpreté que la pistola estaba preparada para disparar, por lo que decidí no chocar contra la patrulla, se podría disparar la pistola al momento del impacto.
Como conducía al automóvil a baja velocidad, frené con suavidad y detuve el auto justo al lado izquierdo de la patrulla, y sin hacer movimientos bruscos toque el claxon lo más breve posible. Él tenía que decidir si disparaba o no, frente a la policía.
No hubo impacto ni “claxonazo”. Actué con serenidad y sin movimientos violentos, preparado para acelerar y poner mi auto frente a la patrulla ó subirlo a la banqueta para escapar a pie. Por instinto sabía que en un escenario violento, él podría darme un tiro de inmediato, por eso reaccioné así.
El tipo no disparó, solo escondió el arma bajo su chamarra dando la espalda a la patrulla, bajó del automóvil con cierta rapidez pero sin perder el estilo; cerró la puerta y se paró frente a la ventanilla dando de nuevo la espalda a la patrulla. Me incliné lentamente sobre el volante para poder ver al patrullero, ya que el delincuente obstruía con su cuerpo la ventanilla.
El malhechor se sabía observado por el policía, así que simuló ser un amigo al que yo le había dado un aventón a ese punto. Levantó la mano derecha para decirme adiós en forma breve, y se fue caminando con tranquilidad. Pasó por atrás de la patrulla y se subió a la banqueta. No supe más, me fui a casa.
Nada dije al policía de la patrulla, ni siquiera intenté ver su rostro de nuevo, por experiencia sabía que no debía confiar en él.
El delincuente no me quitó la cartera, ni el auto, ni me llevó a un cajero automático, ni me causo heridas graves. Salí con vida.
En contraparte, tenía la certeza que entrar en contacto con la policía, me haría daño.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Poesía Chíapaneco. Por David Gómez Salas




Chíapaneco
Autor: David Gómez Salas

Nací en Chiapas
En la costa impetuosa
Crecí entre arroyos y ríos
Cascadas, manantiales y pozas

Jugué en esteros y playas
En el mar maravilloso
Agitado y poderoso
Arriesgué mi vida y fui dichoso

Mi piel y espíritu, se forjaron
Bajo el sol intenso y abrasador
En medio de la humedad y el calor
Entre insectos y mucho amor

Es un paraíso fascinante
Con naturaleza intensa
Con selva exuberante
Y tormentas excitantes

Así imagino al cielo: divertido
No lo concibo sosegado
Sin relámpagos y sin rugidos
¿Sin jaguares? ¡Que aburrido!