jueves, 27 de mayo de 2010

No, a la reelección de senadores y diputados. Por David Gómez Salas

Escuché en el canal de televisión del Congreso, un discurso de Porfirio Muños Ledo, y entre otras cosas, dijo: “Todos los asuntos importantes y trascendentes, de todos lo países, pasan por el Parlamento; sin embargo en el Congreso no están los mejores hombres de cada País”.

Personalmente pienso que nuestros diputados y senadores tienen mala imagen pública. No hago este señalamiento por los hechos recientes, relacionados con la reforma al articulo 122 de nuestra Constitución.

No, me refiero al comportamiento histórico de las Cámaras de Senadores y Diputados. Existen numerosos casos en que estas cámaras han estado a favor de los que ejercen el poder, calificando de agitadores a los que proponen reformas a favor de los derechos humanos.

Para compartir con el lector esta reflexión, recordaré los ejemplos siguientes:

En el Congreso se aplaudió al dictador Victoriano Huerta, y se aprobaron sus iniciativas. Y en 1968, en el Congreso se aplaudió a Gustavo Díaz Ordaz y se aprobaron sus iniciativas.

El movimiento estudiantil del 68 demandó la derogación de los artículos del código penal, que tipificaban el delito de disolución social y pidió también la libertad de los presos políticos. En ese tiempo, el Congreso apoyó al ejecutivo federal y nada fue concedido a los estudiantes.

De ciudadanos y partidos políticos de oposición surgió la idea de que el Instituto Federal Electoral estuviera en manos de la ciudadanía y no en manos de la Secretaría de Gobernación.

De ciudadanos y partidos de oposición surgió la idea de que existiera un Gobierno Electo en el Distrito Federal, y no fuera gobernado por un Jefe de Departamento nombrado por el presidente de la República.

Se puede observar que la mayoría de las veces el grupo en el poder, inicialmente rechaza e ignora las propuestas que surgen de la sociedad; y que años después (para obtener los votos), los políticos que ejercen el poder se presentan como abanderados de las propuestas, que antes habían combatido.

En general, las propuestas de cambio para mejorar los sistemas de gobierno y los sistemas de administración de justicia, tienen su origen en grupos de ciudadanos y en partidos políticos de oposición.

Observo que varias veces el Congreso cede ante las demandas de la población, y nos concede a los ciudadanos “el favor” de elaborar leyes que conduzcan a un estado de derecho mas justo, cuando estiman que los beneficios políticos y económicos que obtendrán sus partidos, son mayores con los cambios, que sin ellos.

Después de resistirse a los avances democráticos y aprobarlos cuando ya no les conviene seguirse oponiendo, los políticos se adjudican los avances y lo atribuyen al trabajo de sus grupos parlamentarios. Anuncian que sus partidos son instituciones políticas que han contribuido a la modernización de nuestro País, por lo tanto esperan que en las elecciones se voten por los partidos que representan estos grupos parlamentarios.

Cuando las reformas aprobadas en el Congreso perjudican a los ciudadanos y surge la inconformidad de la población, los políticos que votaron a favor de dicha reforma, evitan tocar el tema o se deslindan de esas decisiones.

Claro que hay Senadores y Diputados, que no tienen la conducta antes descrita, sé bien que hay personas valiosas, pero sigue siendo válida la afirmación de Muñoz Ledo: “en los Congresos no están los mejores ciudadanos de cada País.”

México no es la excepción, al escuchar las discusiones en el Congreso, uno concluye que no hay un debate con argumentos brillantes, en cambio es frecuente ver que se hacen alusiones personales, burlas y se desvían del análisis de los problemas y las soluciones.

Por lo anterior, considero que no debe haber reelección de Senadores, ni de Diputados; así habrá más oportunidad para los ciudadanos destacados que actualmente no están en el Congreso.

Los Senadores y Diputados que aportaron al desarrollo del País durante su gestión, deben conformarse con saberse íntegros y que cumplieron con las obligaciones del cargo. Quien sirve a la Patria no debe esperar recompensas, ni considerarse indispensable en el Congreso.

Imaginemos que entre los Senadores y Diputados hubiera personas que pudieran ser consideradas genios, y que alguno de ellos al terminar su gestión desea aportar más al País. Pienso que podría hacerlo sin ser Senador ni Diputado, pues un genio cuenta con una inteligencia privilegiada.

No es conveniente descalificar a nuestro Congreso, pues sin duda hay Senadores y Diputados valiosos. Se trata de abrir el acceso a nuevos políticos, los actuales ya tuvieron su oportunidad y que bueno que algunos la hayan aprovechado para servir al País.

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