jueves, 27 de mayo de 2010

Homenaje a Belisario Domínguez y a María Hernández zarco. David Gómez Salas

El senador Belisario Domínguez se presentó a la sesión del Senado, el 23 de septiembre de 1913, pidió la palabra pero no se la dieron. Por lo que solo pudo entregar un escrito con el discurso siguiente:

SEÑOR, PRESIDENTE DEL SENADO:

Por tratarse de un asunto urgentísimo para la salud de la patria, me veo obligado a prescindir de las fórmulas acostumbradas y a suplicar a usted se sirva dar principio a esta sesión, tomando conocimiento de este pliego y dándolo a conocer enseguida a los señores Senadores.

Insisto, señor presidente en que este asunto debe ser conocido por el senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo conocerá el pueblo, y urge que el Senado lo conozca antes que nadie.

SEÑORES SENADORES:

Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por Don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión el 16 de septiembre del presente.

Indudablemente señores Senadores que, lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra este documento. ¿A quien se pretende engañar, señores?, ¿Al Congreso de la Unión?.

No señores, todos sus miembros son hombres ilustrados, que se ocupan de política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser engañados sobre el particular. Se pretende engañar a la Nación Mexicana, a esta noble Patria que, confiando en nuestra honradez y en vuestro valor, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses.

¿Qué debe hacer en este caso la Representación Nacional?
.
Corresponder a la confianza con que la Patria lo ha honrado, decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies.

La verdad es ésta: durante el gobierno de D. Victoriano Huerta, no solamente no se ha hecho nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República es infinitamente peor que antes de la revolución, se ha extendido en casi todos los Estados; muchas naciones, antes buenas amigas de México, se rehúsan a reconocer su gobierno por ilegal; nuestra moneda se encuentra depreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la prensa entera de la República amordazada o cobardemente vendida al gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad; nuestros campos abandonados nuestros campos abandonados; nuestros pueblos arrasados y; por último, el hambre y la miseria en todas sus formas amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada Patria

¿A que se debe tan triste situación?

Primero y antes que todo, a que el pueblo mexicano no puede resignarse a tener por Presidente de la República a D. Victoriano Huerta, al soldado que se amparó en el poder, por medio de la traición y cuyo primer acto al subir a la Presidencia fue, asesinar cobardemente al Presidente y al Vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular; habiendo sido el primero de éstos quién colmo de ascensos, honores y distinciones a D. Victoriano Huerta y habiendo sido igualmente a quien D. Victoriano Huerta juró públicamente lealtad y fidelidad inquebrantable.

Y segundo: se debe esta triste situación a los medios que D Victoriano Huerta se ha propuesto emplear para conseguir la pacificación. Estos medios ya sabéis cuales han sido: únicamente muerte y exterminio para todos los hombres, familias y pueblos que no simpaticen con su gobierno.

La paz se hará, “cueste lo que cueste”, ha dicho D. Victoriano Huerta. ¿Habéis profundizado señores Senadores lo que significan estas palabras en el criterio egoísta y feroz de D. Victoriano Huerta?. Esas palabras significan que D. Victoriano Huerta está dispuesto a derramar toda la sangre mexicana, a cubrir de cadáveres el territorio nacional, a convertir en una inmensa ruina toda la extensión de nuestra Patria con tal de que no abandone la presidencia, ni derrame una gota de su propia sangre.

En su loco afán por conservar la presidencia D. Victoriano Huerta está cometiendo otra infamia. Está provocando con el pueblo de los Estados Unidos de América un conflicto internacional en que si llegase a resolver por las armas, irían estoicamente a dar la vida y a encontrar la muerte todos los mexicanos sobrevivientes a las matanzas de D. Victoriano Huerta; todos menos D. Victoriano Huerta, ni Aurelio Blanquet, porque esos desgraciados están manchados con el estigma de la traición, y el pueblo y el ejército los repudiarán llegando el caso.

Esa es, en resumen, la triste realidad. Para los espíritus débiles parece que nuestra ruina es inevitable, porque D. Victoriano Huerta se ha adiestrado tanto del poder, para asegurar el triunfo de la candidatura a la presidencia de la República, en la parodia de elecciones anunciadas para el 26 de octubre próximo, no ha vacilado en violar la soberanía de la mayor parte de los Estados, quitando gobernadores constitucionales e imponiendo gobernadores militares que se encargarán de burlar a los pueblos por medio de farsas ridículas y criminales.

Sin embargo, señores, un supremo esfuerzo puede salvar todo. Cumpla con su deber la Representación Nacional y la Patria estará salvada y volverá a florecer más grande, más unida y más hermosa que nunca.

La Representación Nacional debe deponer de la presidencia de la República a D. Victoriano Huerta por ser él contra quien protestan, con mucha razón todos nuestros hermanos alzados en armas y por consiguiente, por ser él quien menos puede llevar a efecto la pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos.

Me diréis señores que la tentativa es peligrosa porque D. Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y feroz que asesina sin vacilación ni escrúpulos a todo aquél que le sirve de obstáculo.

¡No importa señores!. La patria exige que cumpláis con nuestro deber, aún con el peligro y aún con la seguridad de perder la existencia.

Si en vuestra ansiedad de volver a ver reinar la paz en la república os habéis equivocado, habéis creído las palabras falaces de un hombre que os ofreció pacificar a la nación en dos meses y le habéis nombrado presidente de la República, hoy que veis claramente que este hombre es un impostor inepto y malvado, que lleva a la Patria con toda velocidad hacia la ruina,

¿Dejareis por temor a la muerte que continúe en el poder?

Penetrad en vosotros mismos, señores, y resolved esta pregunta: ¿Qué se diría de la tripulación de un gran navío que en la más violenta tempestad y en un mar proceloso, nombra piloto a un carnicero que sin ningún conocimiento náutico, navegara por primera vez y no tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al capitán del barco?

Vuestro deber es imprescindible, señores, y la Patria espera de vosotros que sabréis cumplirlo.

Cumplido ese primer deber, será fácil a la Representación Nacional cumplir los otros que de él se derivan, solicitándose enseguida de todos los jefes revolucionarios que cesen toda hostilidad y nombren sus delegados para que de común acuerdo nombren el Presidente que deba convocar a elecciones presidenciales y cuidar que estas se efectúen con toda legalidad.

El mundo esta pendiente de vosotros señores miembros del Congreso Nacional Mexicano y la patria espera que la honréis ante el mundo, evitándole la vergüenza de tener por primer mandatario a un traidor y asesino.

Dr. Belisario Domínguez. Senador por el Estado de Chiapas.

Nota.- Urge que el pueblo mexicano conozca este discurso para que apoye a la Representación Nacional y no pudiendo disponer de ninguna imprenta, recomiendo a todo el que lo lea, que saque cinco o más copias, insertando también esta nota y la distribuya a sus amigos y conocidos de la capital y de los Estados. ¡Ojalá, hubiera un impresor honrado y sin miedo!

Los senadores por miedo, hacen desaparecer ese discurso. Después el senador Belisario Domínguez, recorre varias imprentas, acompañado del estudiante de leyes Luis Espinoza, para publicarlo y distribuirlo directamente a la población. Cuando parecía que nadie tendría el valor de hacerlo, al retirarse de una imprenta que se había negado a hacer el trabajo, la empleada salió a alcanzarlos y en secreto les dijo que se lo llevaran en la noche y con la ayuda de sus dos hermanos menores, haría la impresión.

La mujer valiente se llamó Maria Hernández Zarco, ella imprimió 500 ejemplares en dos noches de trabajo y avisó a Espinoza cuando los tuvo terminados.

En la sesión del senado del 29 de septiembre de 1913, el senador Belisario Domínguez intenta expresar otro discurso, pero nuevamente le negaron el uso de la palabra; y solo puede entregar un escrito de este segundo discurso, a la secretaria.

En este segundo discurso, el senador Belisario Domínguez, solicita se le comisione para que personalmente le pida a D. Victoriano Huerta, la renuncia a la Presidencia de la Republica. Y transcribe al final de este mensaje, nuevamente el discurso Del 23 de septiembre de 1913, Con una diferencia. A la nota final del primer discurso, le agrego:

Señores senadores me es muy grato manifestar a ustedes que ya hubo quien imprimiera este discurso. ¿Queréis saber, señores, quien lo imprimió? Voy a decirlo para honra y gloria de la mujer mexicana: "¡Lo imprimió una señorita !"

El senador Belisario Domínguez, fue asesinado el 7 de octubre de 1913. Fue muy fácil, para D. Victoriano Huerta, perpetrar este crimen, ya que el senador Belisario Domínguez no siguió los consejos de los demás senadores, quienes le pidieron que se escondiera. Él contestaba: " si he de morir de tifo o de pulmonía, prefiero morir asesinado por Huerta, porque creo que de esa manera contribuyo a restablecer las libertades de mi patria"

Victoriano Huerta presentó su renuncia a la Presidencia de la República el 15 de julio de 1914. Y huyó del país (México). País que tanto amó y defendió con su vida el senador BELISARIO DOMÍNGUEZ.

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